MÚSICA

El último 'mosicano'

Ha actuado con La Ronda de Boltaña, La Orquestina del Fabirol o en su propio grupo folk. Ahora, lleva su violín a la discoteca.

Víctor Cano, con el violín eléctrico con el que actúa en las discotecas. Para otras ocasiones, saca el clásico.
El último 'mosicano'
OLIVER DUCH

Se considera un músico "de los de antes". Pero a pesar de su formación clásica y de haber acabado la carrera en el Conservatorio, no se ha unido (aún) a una gran orquesta de cámara. Eso sí, este violinista no tiene reparos en meterse en la disco y tocar sobre la más variada música de baile? ¿Su técnica? No la hay: la total improvisación. "Me llamaron dos amigos DJ's para una fiesta en Alagón, de donde soy. Y no digo a nada que no. Fue genial, mejor de lo que esperaba. Así que volví a intentarlo", cuenta Víctor Cano, que en escena se hace llamar 'Mosicano'.


El pasado año, tocó en distintos locales zaragozanos, sin saber de antemano qué temas se iban a pinchar: él interpreta sobre la marcha con su violín eléctrico. E incluso con gaitas o dulzainas, ya que se ha propuesto aprender todos los instrumentos aragoneses. "La carrera me ayudó a saber qué rasgos hay que darle a cada tipo de música -reconoce-. Y me gusta investigar. Aunque para llevar el violín a la discoteca hay que ser creativo y tener la cabeza muy bien amueblada? o muy mal".


Una cierta bipolaridad sí padece. Al menos, en lo melódico. Toca con La Orquestina del Fabirol y con La Ronda de Boltaña, para él, "la elite de Aragón". Pero, además, ¡es profesor de sevillanas! "Empecé con mi madre de jovencito. ¡Y no lo iba a dejar! -se justifica-. A mí lo que siempre me ha gustado es el folk. Los de la Ronda y la Orquestina se ríen de todas estas cosas que hago. Me dicen: '¡Vaya showman!". Él se ve más como "un juglar moderno". Ha llegado a actuar como payaso o animador, y también ejerce como maestro en distintas escuelas musicales del Pirineo, con cuyos compañeros ha creado un grupo de música de bailes que ni siquiera tiene nombre: lo cambian según la ocasión. "Actuamos en la feria del agua y nos bautizamos como 'Aguacero'. Y en Arro, nos pusimos 'Cómete el T-Arro'?", cuenta, entre risas.


Por si no tuviera bastante, tampoco se pierde un pasacalles. Y retomando esa esencia de los intérpretes de antaño, que iban de pueblo en pueblo cantando coplas y romances, ha fundado Yes bemol, otro grupo más a añadir a su larga lista, y en el que tiene dos acompañantes de excepción: su amigo David y la cabra Cecilio, un muñeco que les sigue fielmente en sus andanzas. "Hay que mezclar lo clásico y la formación con las picardías de la calle. Es la única forma de convertirte en un músico en condiciones".


Mientras ensaya, con una u otra formación, sigue acudiendo por la noche a las discotecas, para demostrar que nada le es ajeno a un violinista, ni siquiera el house, el dance o el bakalao? "Y hay días que me ha tocado hacer doblete: he actuado en un local de Zaragoza con un disyóquey, y he tenido que irme corriendo a otro a tocar el djembé para un espectáculo de danza del vientre", explica, entre avergonzado y divertido. Sueña con su propio local de ensayo y grabación. Mientras lo logra, seguirá actuando donde pueda. "Al fin y al cabo, soy músico por las rondas de calle, por las fiestas, por el vino y el anisete. A veces, no cobras, pero comer y beber?", concluye.