CIRCO

Horriblemente divertido

La plaza de toros de Zaragoza recibe la visita de los vampiros, momias y espectros del 'Circo de los horrores', fantasía gótica donde acróbatas, malabaristas, payasos y otros especialistas circenses dan otra vuelta de tuerca al espectáculo.

Suso Silva (al natural) y su hija Sara (arreglada para la función), ayer, en la plaza de toros de Zaragoza.
Horriblemente divertido
O. DUCH

La mejor frase sobre este espectáculo nos la dio una señora de 70 años en Barcelona, que entró muerta de miedo y salió muerta de risa. Nos dijo: "Nunca pasar miedo fue tan divertido", recuerda Suso Silva, que luce todavía una cara de buena persona que en media hora le habrá borrado del todo su caracterización como el vampiro Nosferatu de Murnau. Silva, veterano payaso galardonado hace unos años con el Premio Nacional de Circo, es el alma máter del 'Circo de los horrores', que desde hoy y hasta el 9 de enero sirve de sorprendente contrapunto a tanta beatitud navideña en Zaragoza.


Porque esto, de entrada, da miedo, sí. Pero en cuanto uno se mete en el juego, son otras muchas las emociones gratificantes que se suceden. Y es que, no lo olvidemos, esto es un circo, aunque magníficamente ambientado en lo tenebroso y fantasmagórico. Recomendado para niños a partir de 9 o 10 años, el 'Circo de los horrores' no busca tanto aterrorizar como divertir. Así, se sirve de referencias del cine clásico de terror, de la literatura gótica y los videojuegos siniestros (tipo 'Silent Hill' o 'Resident Evil') para crear una troupe de personajes con guiños fácilmene reconocibles y habilidades típicamente circenses como el trapecio, el contorsionismo, los malabares o las acrobacias.


La niña y el monstruo

Según va uno entrando a la carpa instalada en el interior de la plaza de toros, el entorno se va volviendo oscuro y tétrico, con crespones, flores fúnebres y esqueletos que jalonan el camino. Dentro, 650 butacas rodean una pista negra con un pentagrama diabólico, lápidas y un patíbulo... donde ensayan varias personas vestidas con chándal y ropa de calle. Aún hay junto a la pista una pila de cajas de pizza ya devoradas por la compañía, que trabaja a todo trapo para tenerlo todo impecable para el estreno.


Sara Silva, la hija de 10 años del director del 'Circo de los horrores', luce ya perfecta para su papel: vestido rojo, zapatos negros de charol, una bonita melena suelta... y unas inquietantes ojeras. "Interpreta a Dulce Sara, el fantasma de una niña muerta hace 500 años", desvela su padre. Ella sonríe y asegura que "a los niños los dejo flipados, y los mayores me dicen: "Ay qué niña tan guapa... pero no te me acerques".


A su lado, maquillándose la bondadosa faz hasta la desfiguración (en parte gracias a una espantosa máscara de látex con pelo largo violáceo) está Juanillo Esteban, alias Cloaca en la función. Cuando termina, al mirarlo dan ganas de salir corriendo. "Somos unos payasos psicópatas y hacemos un humor un tanto descabellado, pero sin pasarnos de rosca como para provocar el rechazo del público; somos entrañables", dice el artista gallego, curtido también en el programa infantil de televisión 'Xabarin Club'. "Puede tener momentos terroríficos, pero no buscamos el susto fácil, se trata de que la gente disfrute del ambiente gótico y pase un rato divertido", asegura.


En la trastienda de la pista, junto a un ataúd y un sospechoso carrito de bebé negro, cuatro tipos con hábito de fraile y horrendos rostros no paran de moverse. Bajo sus máscaras, hay cuatro amables negritos acróbatas venidos de Kenia. "Vimos en internet el proyecto y nos pusimos en contacto con Suso Silva", explican en inglés, e invitan a no perderse su espectacular número de vudú acrobático.


Por el albero de la plaza de toros pululan también una momia trapecista, varios 'freaks' de semblante mostruoso y, vestida aún de persona normal (en la función es una vampiresa de tomo y lomo), Raquel Maldonado, la madre de Sara y mujer de Suso, a quien se dispone a ayudar con el maquillaje. Lentillas blancas, prótesis en orejas y nariz, venillas grises pintadas sobre un cráneo blanqueado... y dos espeluznantes colmillos que se coloca él mismo "con Corega, como los abuelillos". En la pista ya hay niebla artificial y un lóbrego eco de gritos y música macabra. Y es que Silva lo advierte con la mejor de las intenciones: "Volver a Zaragoza es un placer. Os vamos a dar caña, porque sois buena gente".