NOVELA

Ricardo Menéndez Salmón: "Nombrar el mundo te invita a apropiarte de él"

El autor gijonés presentó en Cálamo su nueva novela 'La luz es más antigua que el amor'.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) es un escritor meticuloso, próximo a W. G. Sebald y Pierre Michon, que se declara partidario de la intensidad. La brevedad de sus libros, repletos de tensión y de filosofía, nace de la depuración del lenguaje y de un entramado de ideas, de poesía y de inquietud. Alcanzó el éxito con una trilogía sobre el Mal: 'La ofensa', 'Derrumbe' y 'El corrector' (Seix Barral).


Esta semana, en compañía de Manuel Vilas, presentaba en Cálamo 'La luz es más antigua que el amor' (Seix Barral, 2010), una novela que nació de "la impresión que me ha causado la obra de Mark Rothko, que me gusta muchísimo, y especialmente de la observación de sus obras. Todos hemos visto magníficas reproducciones de muchos artistas, pero tengo muy claro que el arte exige la contemplación directa".


La personalidad de Rothko, recuerda Ricardo Menéndez Salmón, se mueve entre el éxito y la tragedia íntima; no en vano, Rothko se suicidó en 1970. "De ahí partí, pero no quería escribir solo un libro sobre el pintor. Percibí de inmediato que me faltaba algo". Y ese algo es un cuadro perdido, un cuadro blasfemo, que habría pintado Adriano de Robertis, y que representaba una insólita e inaceptable 'Virgen barbuda'.


El demonio y la nada

"Además, hay otro anclaje fundamental: recordé que cuando era adolescente un profesor me pidió un redacción escolar y la abordé con tanto miedo como sentido de la libertad". Esa redacción escolar, trasvasada a la ficción, sería 'La luz es más antigua que el amor', que compone el autor que anda por las páginas de su novela: Bocanegra, que alcanzará muchos años después el Premio Nobel.


Menéndez Salmón aún encontró un nuevo elemento: el pintor ruso Semiasin, preso de la locura, acabará devorando sus propios cuadros. Con este material, el escritor gijonés arma una novela sobre la creación la muerte y el genio. "A mí hay algo que me apasiona: la creación. El proceso creador. Dicho de otro modo: esta es una novela sobre los demonios del artista. La creación tiene dos partes muy claras: una luminosa, salvífica, regocijante, y otra que tiene mucho que ver con la condena, con el dolor, con la imposibilidad".


Otra obsesión, o sombra que navega entre las páginas, es una palabra: nada. La nada. "Hay dos escritores fundamentales en mi formación y en mi modo de entender la escritura: William Faulkner y Franz Kafka. Kafka, en sus diarios, un día escribió tan solo: 'nada'. Nada. Esa palabra me inquietó. Esa idea, ese estado de ánimo. Mis personajes tienen también la tentación de la nada, del silencio, del olvido". En el fondo, todos los escritores convocan en sus novelas los fantasmas propios y ajenos, "los fantasmas del deseo. Aquí están los míos y los de mis personajes. La escritura es un bálsamo y una posesión: nombrar el mundo te invita a apropiarte de él".