ARTE

Todo un mundo y sus formas

El mudéjar como patrimonio muy nuestro: una muestra y un libro totalizador en el Paraninfo.

Gonzalo Borrás, comisario de la exposición, muestra una pieza decorativa de la primera sala.
Todo un mundo y sus formas
JAVIER CEBOLLADA

Tras ver detenidamente las casi 120 obras en los espléndidos espacios del Paraninfo y tras leer los 26 artículos del cuidado catálogo en torno a la Historia de los mudéjares y los moriscos, a Derechos e instituciones, Lengua y literatura, Medicina y Arte, se concluye que la exposición encierra todo un mundo. El ciudadano que quiera disfrutar de unas obras exquisitas, como un capulín con mocárabes, de las puertas del antiguo sagrario de la catedral de Sevilla, de escogidos azulejos y baldosas, de vasijas vidriadas o cántaros decorados con óxido de manganeso, yeserías de filigrana, una antigua ventana de yeso del palacio Arzobispal de Zaragoza o algunos fragmentos de la techumbre de la catedral de Teruel, debe pasar por esta exposición. Pero aquel que además quiera conocer la sociedad en la que se desarrollo el mudéjar en todos sus aspectos debe leer el libro que se ha editado con motivo de la muestra.


El catálogo libro, además de un buen diseño, tiene un contenido de agradecer, como son los aspectos didácticos y aclaratorios en torno al tema, se plasma la evolución de la historiografía con respecto al mudéjar y su valoración, se tratan aspectos lingüísticos que dejan a un lado los tópicos y se demuestra que el mudéjar es el legado andalusí en la cultura española, superando así aquellas calificaciones de arte gótico-mudéjar y renacentista-mudéjar de tintes marginales.


El mudéjar tiene sus raíces en la sociedad andalusí o de Alandalus, que es como se conocía a la Península Ibérica conquistada por los musulmanes en el año 711. El Islam asimiló las técnicas de los pueblos que asimiló pero a la vez les infundió el sentido de la decoración como algo fundamental. Por eso se reconoce como islámico una mezquita o un palacio, estén en Málaga o en la India. La decoración es consecuencia de la religión, la búsqueda de la belleza, siempre que no pretenda ser la belleza divina, a veces se representa el paraíso a través de aves exóticas, flores y plantas, representando más bien la idea.


La reiteración es algo importante en la decoración. Formas geométricas que se pierden hacia el infinito, decoración de ataurique, paños delimitados que dan idea de infinito. Y todo con la intención de intimidad, de acomodo en un mundo interior. Bajo estos principios poco importa que se trate de arquitectura, de industria textil, de cerámica, de cuero, de edición de libros o de trabajos en madera.


Queda claro que el mudéjar, que significa “sometido”, “tributario” o “el que se queda”, se refiere a la población que permaneció, tras unas capitulaciones, en los lugares que estaban pero bajo dominio de los cristianos. Así hay mudéjares desde el siglo XI hasta 1492, dependiendo de cuando fue conquistado cada territorio por un determinado reino cristiano peninsular. Dado que son unos buenos artesanos, dado que es un arte que deslumbraba a los cristianos, unos buenos agricultores y el interés por no despoblar los territorios, los mudéjares aplicaron sus conocimientos técnicos a las necesidades de la nueva sociedad cristiana.


Iglesias como la de Tobed, Torres como las del Salvador y San Martín de Teruel, la Iglesia de San Pablo de Zaragoza, La Magdalena, la desaparecida Torre Nueva de Zaragoza -a la que se le dedica una espacio específico-, los centros de producción cerámica de Paterna, Teruel o Muel y un largo etcétera, fueron realizadas por aquellos que practicaban la religión y la cultura islámica en los Reinos cristianos de Hispania. Cuando se produjo la conversión obligatoria de moros y judíos, los mudéjares pasan a ser moriscos, cristianos nuevos. Pero las conversiones obligatorias nunca triunfan. A efectos de arte seguía el estilo mudéjar.


Lo que sí se produjo especialmente en el siglo XVI es una aculturación importante de esta población que en la exposición se plasma en la muestra de algunos libros aljamiados (lengua romance escrita con grafía árabe) que indica la pérdida progresiva de la lengua. Esta población fue considerada en España de “malos cristianos” y en los lugares de emigración tras 1610 como Túnez, Argel y el Magreb, de “malos musulmanes”. Una cultura exclusiva de España en Europa que, gracias a investigadores como la del comisario Gonzalo M. Borrás Gualis y otros muchos, ha empezado a valorarse como debe.