Tercer Milenio

En colaboración con ITA

CRISTINA SOBRINO

"Somos como una familia con los socios y hasta con los artistas"

Es la primera mujer en este cargo, que ha estrenado con "mucha ilusión".

Cristina Sobrino.
"Somos como una familia con los socios y hasta con los artistas"
HERALDO

¿Cómo afronta esta nueva responsabilidad? ¿Abrumada?

Abrumada, no. Esta nueva etapa la afronto con mucha ilusión, con muchas ganas y con tristeza porque nos falta José Antonio Pérez Páramo, que era maestro y amigo. Era nuestro presidente y murió.


¿Qué objetivos se ha marcado?

Es momento para hacer proyectos nuevos, aunque sea un momento poco lucido por la crisis económica y psicológica. No se puede hacer música sin dinero y algunos de los apoyos que tenemos están fallando. Por eso es de agradecer que sigan el Ayuntamiento de Zaragoza -a través del Auditorio y su gerente, Miguel Ángel Tapia-, la CAI y la viceconsejería de Turismo del Gobierno de Aragón. Mi prioridad es atraer al público joven, hacer publicidad para que vengan. A veces viene gente joven de Europa que está en Zaragoza estudiando y se quedan impresionados de nuestra programación... y de los precios.


Si se pudiera, ¿qué programaría?

Un recital de Maurizio Pollini, de Plácido Domingo...


¿Cuándo se asoció a la Sociedad Filarmónica?

A los 15 años. Iba con mi hermano José Fernando, que es muy aficionado a la música. Yo quería tocar como él, ir a los conciertos...


Y estudió música...

Sí, tengo el título de Piano y el superior de Pedagogía Musical, que estudié por consejo de un gran amigo: Álvaro Zaldívar. En el Conservatorio tuve como profesores a Eduardo López Banzo, Rubén Lorenzo...


¿Mantiene el contacto con ellos?

¡Hombre que si lo mantengo! En mi casa celebro tertulias musicales, gozo con ellas.


Ha sido vicepresidenta de la Filarmónica 11 años. Tendrá ya recuerdos especiales...

La Sociedad Filarmónica es muy familar, somos como una familia con los socios, con las agencias, con las instituciones que nos apoyan... y con los artistas. A Teresa Berganza la llevé a la peluquería y a San Blas, hasta quiso conocer a mis hijas. Y el día de la inauguración del Teatro Olimpia, me vio en el palco y me hizo un guiño desde el escenario, eso me gratificó muchísimo. A Renata Scotto la llevamos de compras. Era coqueta, muy femenina. Y una vez, llevando al hotel a un pianista tras la actuación, se me paró el coche. Yo pensaba: ¡Dios mío, este hombre acaba de hacer prodigios al teclado y aquí lo tengo empujando mi coche!