ÚLTIMO ADIÓS

Portugal se reconcilia con Saramago

El diario vaticano 'L'Osservatore Romano' arremete contra el escritor en un duro editorial.

Miles de portugueses rindieron ayer tributo al escritor.
Portugal se reconcilia con Saramago
MIGUEL RIOPA/AFP

madrid. Portugal se rinde ante su hijo más rebelde. Los restos mortales del escritor y premio Nobel de Literatura, José Saramago, llegaron ayer al aeropuerto de Figo Maduro (Lisboa). Antes de que el avión despegara de Lanzarote, donde falleció el pasado viernes a los 87 años, un grupo de admiradores despidió el cortejo con un aplauso.

En el avión militar, que fletó las Fuerzas Aéreas portuguesas, viajaron Pilar del Río, su hija Violante y la ministra de Cultura portuguesa, Gabriela Canavilhas, además de familiares y amigos del Nobel. En el aeropuerto lisboeta esperaban los nietos de Saramago, el presidente de la Asociación Portuguesa de Escritores, José Manuel Mendes, y la ministra española de Cultura, Ángeles González-Sinde. También le recibieron miembros del Gobierno luso y varios dirigentes del Partido Comunista, ideología a la que se aferró hasta el último suspiro.

Con un tratamiento propio de un dignatario de Estado, los restos mortales del Nobel fueron trasladados a hombros de soldados -y ante una guardia de honor- desde el avión hasta el coche fúnebre. Una vez depositado el féretro en el vehículo, la comitiva se trasladó hasta el salón de honor del Ayuntamiento de Lisboa, donde quedó instalada la capilla ardiente. Cientos de compatriotas esperaban en los alrededores de la casa consistorial para darle el último adiós.

Sus restos serán incinerados hoy en el cementerio del Alto de San Juan tras una ceremonia civil. Durante un tiempo, Saramago quiso que sus cenizas se repartieran ente su pueblo, Azinhaga, y la casa de Tías (Lanzarote). Finalmente, y por voluntad del escritor, las cenizas se quedarán en su país natal, según confirmó el administrador de la Fundación José Saramago, José Sucena.

Tras el escándalo que ocasionó en su país -y más en el Vaticano- la publicación de 'El Evangelio según Jesucristo' (Jesús, en la versión de Saramago, pierde la virginidad ante María Magdalena), el Nobel portugués se exilió a la isla canaria.

Desde que quedó instalada la capilla ardiente, miles de personas desfilaron ante el cadáver del novelista, cuentista, poeta, cronista y ensayista luso. Entre ellos el primer ministro, el socialista José Sócrates. La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, tiene previsto viajar hoy hasta Lisboa para asistir a los actos de homenaje al insigne literato. También permanecerá en la capital lusa la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde.

Ardiente defensor de los oprimidos, defendió la causa saharaui y la palestina. Durante una visita a Cisjordania comparó Ramala con el campo de concentración de Auschwitz. A Saramago no le callaban ni debajo del agua. "Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy no conozco nada más estúpido que la izquierda". Y también: "La democracia es un instrumentos de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos sobre la declaración de Derechos Humanos", gustaba decir.

Un "populista extremista"

El diario vaticano 'L'Osservatore Romano' arremetió ayer contra el escritor, al que dedicó un artículo en el que lo define como un "populista extremista" de ideología antirreligiosa.

El día después de la muerte del literato, el rotativo de la Santa Sede publica un duro obituario bajo el título "La omnipotencia (presunta) del narrador", firmado por Claudio Toscani. "Fue un hombre y un intelectual de ninguna admisión metafísica, hasta el final anclado en una proterva confianza en el materialismo histórico, alias marxismo", reza el artículo.

"Colocado lúcidamente en la parte de la cizaña en el evangélico campo de grano, se declaraba insomne por el solo pensamiento de las cruzadas o de la Inquisición, olvidando el recuerdo del 'gulag', de las purgas, de los genocidios, de los 'samizdat' culturales y religiosos".

"Por lo que respecta a la religión, atada como ha estado siempre su mente por una desestabilizadora intención de hacer banal lo sagrado y por un materialismo libertario que cuanto más avanzaba en los años más se radicalizaba, Saramago no se dejó nunca abandonar por una incómoda simplicidad teológica", afirma el artículo.