Decir que el cine ya no es lo que era resulta una obviedad, pero ese pensamiento viene a la cabeza cuando uno observa (con horror) las maniobras comerciales de los grandes estudios. Una nueva plaga se extiende por Hollywood, la de las películas en 3D, que se complementa con la fiebre por producir adaptaciones de todo tipo, alargar las franquicias más allá de lo deseable y realizar ‘remakes’ innecesarios. El síntoma del enfermo, el séptimo arte, está claro: falta de originalidad aguda.

Los mandamases de Hollywood no quieren tomarse el jarabe. Han descubierto que el formato de las gafas funciona en taquilla y los beneficios aumentan (la entrada es más cara). Ojo, que aquí no se está en contra de un remedio lícito para hacer frente a la piratería. El problema surge cuando el único atractivo de un filme reside en las 3D, que estas sirvan para ocultar que en la pantalla no se ofrece nada original. O cuando se rueda al estilo tradicional y después, en la postproducción, se cambia a la tecnología de moda con resultados visuales discutibles (como en ‘Furia de titanes’) solo por la pasta. Así contentarán a los conformistas, no a quienes buscan un valor añadido, una historia bien contada y, si es posible, novedosa.

Las 3D se han implantado en la animación, lo que tiene lógica por las características del género (en verano se estrenarán en este formato ‘Toy Story 3’ y ‘Shrek 4’), y en el cine de terror, en este caso para que la sangre salpique a la platea. Próximamente llegarán ‘Scar 3D’ y ‘Piraña 3D’. Peor suerte correrá ‘Saw VII 3D’ gracias a nuestra ministra censora (la sexta parte aún está inédita en España). El porno se apunta también a las experiencias tridimensionales...