ENTREVISTA AL ESCRITOR

José Luis Corral: "Abelardo amó a Eloísa con pasión y puro deseo onírico"

El novelista publica 'El amor y la muerte. La tragedia de Eloísa y Abelardo' (Edhasa), una fábula de amor imposible y castración.

El escritor e historiador de Daroca sitúa su nueva novela en el siglo XII
José Luis Corral: "Abelardo amó a Eloísa con pasión y puro deseo onírico"
HERALDO

¿Qué le ha llevado a escribir una novela sobre Abelardo o Eloísa?

En la vida académica de todo medievalista, la historia de Eloísa y Abelardo se cruza alguna vez, y cuando se conoce bien, suele ser impactante. En mi novela 'El número de Dios' puse de relieve la importancia de las mujeres en el siglo de las catedrales (1150-1250), una época en la que alcanzaron unos derechos y una presencia que no volvieron a conseguir hasta el siglo XX. En esta novela he querido explicar los precedentes de esa época, en la figura de Eloísa, una mujer que provocó que ese tiempo luminoso que vino poco después fuera posible.

¿Cómo nació la idea de crear un personaje como el discípulo narrador?

Quería contar la historia de Eloísa y Abelardo desde su propio tiempo. Espero que el lector sienta esta historia a través de los ojos de un verdadero discípulo de Abelardo, que intenta ser justo con su biografiado pero sin dejar de admirarlo como alumno suyo.

La primera parte del libro narra los estudios, la formación y la brillantez de Abelardo. ¿Era así o está un poco sublimado?

Abelardo fue en verdad un maestro extraordinario. Desde luego, para mí es el filósofo más innovador de la Edad Media, y además fue el polemista más importante de su tiempo y uno de los oradores más brillantes que jamás han existido. Fue un gran profesor y un eminente escritor del que se conservan, afortunadamente, muchas obras.

Usted escribe: "Pedro Abelardo el Palatino se convirtió en el hombre más apreciado de París".

Así fue. En el siglo XII ser profesor de las escuelas de París implicaba un prestigio extraordinario. Los profesores de la escuela de la catedral eran verdaderos ídolos populares, como hoy lo puede ser un deportista de élite o un músico famoso.

Usted también ensalza su belleza? ¿Tan apuesto era?

Si hacemos caso a las descripciones que de él hicieron sus contemporáneos, parece que sí, que era apuesto y elegante, tanto que las mujeres de París se asomaban a las puertas y ventanas de sus casas para verlo pasar. Su apostura física y su superioridad intelectual lo debieron de convertir en un hombre un tanto soberbio y algo engreído incluso.

¿Cuáles son la metodología y las claves de su pensamiento?

Abelardo era un apasionado de la libertad y de la razón. En sus clases seguía un método de razonamiento lógico que se basaba en la expresión "Sí y no". Es decir, les planteaba a sus alumnos un problema y les pedía que lo resolvieran a partir de enfoques diferentes e incluso contradictorios. Creía que a partir de la razón podía explicarse el funcionamiento del mundo, e incluso también podía explicarse la propia teología.

De golpe aparece Eloísa. ¿Qué significó de veras la muchacha en su vida, veinte años más joven?

En esta cuestión no hay más remedio que acudir a las cartas que se cruzaron ambos y de las cuales se han conservado algunas. Para ser maestro de las escuelas catedralicias era necesario permanecer célibe, y Abelardo lo fue hasta los treinta y cinco años. Pero entonces se cruzó en su vida su alumna Eloísa, y ante la joven, cuya belleza no era extraordinaria, el maestro sintió explotar una pasión irresistible. Para Abelardo, la conquista sexual de Eloísa fue un reto más, una especie de ejercicio en el que se fijó enamorarla como objetivo.

¿Cuál es la auténtica naturaleza de ese amor? Parece que se mezclan erotismo y espiritualidad?

Eloísa y Abelardo vivieron el amor de forma muy distinta. El de Eloísa fue un amor excelso, intensísimo, donde lo carnal y lo espiritual se mezclaban de manera indisoluble y eterno. Para Eloísa no hubo nada superior a su amor por Abelardo, ni siquiera el amor a Dios. Por el contrario, Abelardo amó a Eloísa con un sentimiento carnal y sexual desaforado. Sus sentimientos no eran como los que se expresarán siglos más tarde en el 'romanticismo'; eran pura pasión carnal, pura atracción sexual, puro deseo onírico.

¿Por qué suscitó tantos recelos Abelardo por doquier?

Abelardo era un espíritu libre e independiente. Siempre mantuvo sus ideas y luchó por ellas, a veces en desigualdad de fuerzas y contra enemigos formidables como el mismísimo Bernardo de Claraval, que tenía detrás de él todo el poder de la Iglesia. Como tantos otros, se enfrentó a la intolerancia y perdió.

De repente, ocurre lo espantoso, la venganza tan cruel: la castración.

Aquello lo sumió en una tremenda decepción y trató de superar semejante trauma haciendo tabla rasa con el pasado e intentado asumir su nueva condición de eunuco. Eso significaba romper la relación con Eloísa, a la que pasó a denominar como hermana en Cristo. Si no podía amarla con su cuerpo, no la amaría de ninguna otra manera, decidió. Por el contrario, Eloísa siguió amándolo hasta el final de su vida y siempre lo consideró "su único y verdadero amor".

¿En qué medida el libro propone una reflexión válida para hoy?

En 'El amor y la muerte' he pretendido trasmitir la idea de que la razón y la lógica son fundamentales para superar la imposición del dogma y de la intransigencia. A la mayoría de la humanidad la libertad no se la han regalado, ha tenido que conquistarla. Pero la conquista de la libertad no tiene fin: exige una lucha permanente.