ARTE

Anish Kapoor dispara cañonazos y paradojas en el Guggenheim de Bilbao

La aventura creativa de este escultor británico se puede seguir en sus piezas dispares y estremecedoras.

'Disparos en el rincón', una obra que ha obligado a reforzar a sala
Anish Kapoor dispara cañonazos y paradojas en el Guggenheim de Bilbao
EFE

"Busco sin descanso, aunque a veces no sepa qué busco". Así resume Anish Kapoor (Bombay, 1954) la aventura creativa que lo ha convertido en uno de los más respetados, influyentes y cotizados escultores de su tiempo. Una andadura que comenzó hace tres décadas y que puede recorrerse a partir de hoy en el museo Guggenheim de Bilbao, que acoge la primera gran exposición que se dedica en España a este atípico y capaz creador británico de origen indio.

 

Es todo un desafío para los sentidos, con una treintena de piezas muy dispares y capaces de estremecer y sorprender a un espectador ante quien pone en cuestión las leyes de la física y las convenciones de la percepción. A cañonazos si es necesario.

 

Casi todas son piezas de mediano o gran formato, que dejan patente el afán de Kapoor de romper barreras y límites para buscar nuevos caminos expresivos recurriendo a la paradoja. Son piezas de intención y composición muy diversas en las que Kapoor trabaja con sensaciones y emociones, jugando con equívocos, sonidos, incertidumbres y sorpresas como elementos compositivos de unas esculturas nada convencionales.

De la blandura maleable de la cera salta a la dureza de la roca que horada o a la tersura del acero que pule y con el que conforma grandes espejos 'hig tech'. Unas esculturas especulares que desafían los sentidos, sin que se acierte a determinar la frontera entre lo real y lo ficticio.

 

La pieza más llamativa es 'Disparos en el rincón' (2008-09), un gran cañón de aire comprimido que cada hora lanza una 'bala' de cera de un rojo sanguíneo de diez kilos de peso contra la esquina de una de las salas del Guggenheim. Unos cañonazos plásticos que estremecen por su potencia y que han obligado a reforzar paramentos y suelo del edificio de Gehry. Es una herramienta para crear una escultura "viva" que se conformará en el transcurso de la muestra, en cartel hasta el 12 de octubre.

 

Una masa de treinta toneladas de cera en constante transformación será el resultado de este desafío plástico y psicológico. Una acción dramática -"de evidente simbolismo sexual", según Kapoor- en una suerte de espacio ritual, "un cuadrilátero de boxeo en el que acontece un psicodrama un simbólico acto de violencia". Una instalación que, no en vano, se vio por primera vez en Viena, la ciudad en la que Freud alumbró el psicoanálisis.