LIBROS

Patricia Esteban: "La literatura es un lugar perfecto para desprenderse de la locura y el miedo"

Hoy, a las 20.00, la autora zaragozana presenta en Los Portadores de Sueños el libro 'Azul ruso' (Páginas de Espuma), en compañía de Manuel Vilas y el editor Juan Casamayor.

Patricia Esteban: "La literatura es un lugar perfecto para desprenderse de la locura y el miedo"
Patricia Esteban: "La literatura es un lugar perfecto para desprenderse de la locura y el miedo"
PAGINAS DESPUMA

¿Con qué estado de ánimo suele escribir Patricia Esteban Erlés?

Depende. Más que escribir desde un estado de ánimo escribo desde la punta de una idea, tirando del extremo de algo que aparece de pronto, en cualquier parte, y me hace sacar el cuaderno y tomar unas notas. A veces es una frase de dos desconocidos en el autobús, la secuencia de una película, una palabra evocadora.


¿Nació así, entonces, 'Azul ruso'?

La literatura fue en 2008 la mejor terapia que pude seguir, en un momento difícil en el plano personal. Decidí ahorrarme el psiquiatra y escribí este libro desde la tristeza de la pérdida a veces, desde el deseo de hacerme reír a mí misma con una historia o de liberarme de un peso vital con el que ya no podía seguir cargando.

Mis cuentos nacen de miedos, que me asaltan indiscriminadamente, esté dormida o despierta. Hay una serie de obsesiones que se prolongan en el tiempo, desde la infancia, y me siguen como fantasmas. Escribir es mi manera de exorcizarlos, de burlarme de ellos y darles esquinazo.


¿Ha sido escrito 'Azul ruso' como un libro unitario o por acumulación, con relatos que se suman?

'Azul ruso' ha ido haciéndose a lo largo del tiempo, buscando su propia forma. Se llamó en un primer momento 'Periodo azul', como la época pictórica de Picasso. Sin embargo, luego me di cuenta de que la presencia del gato, como compañero eterno del hombre, superviviente a las mismas catástrofes que él y un eterno enigma, estaba ahí, como una presencia silenciosa, en muchos de los cuentos. De ahí que finalmente se llamara como una raza felina muy misteriosa, el azul ruso, al igual que el relato central del libro, un cuento extenso donde hablo de una mujer que convierte en gatos a los hombres que llaman a su puerta.


¿Podríamos decir que el tema general, o la atmósfera de los cuentos, es el misterio y el dolor?

Sí, pienso que hay una perplejidad o un desconocimiento de la vida, una incapacidad de entender o superar lo que les pasa a los protagonistas de mis cuentos, de comunicarse entre ellos. La realidad se convierte en una fotografía borrosa, que no alcanzan a ver bien. Y por otro lado el dolor es una marca especialmente evidente en algunos personajes.


¿De dónde salen sus personajes?

Me interesan muchos los seres que se ven obligados a aceptar la anormalidad como compañera de viaje en sus vidas. En ese sentido, cualquier hombre o mujer que cuenta con un físico diferente sería el ejemplo más claro, y ahí podría encuadrarse a Renato, guiado por el amor incondicional. 'Piroquinesis' surge de una vivencia personal, yo solía tomar café en un bar donde cada mañana coincidía con un señor bajito, con un rostro hermosísimo y muy triste. Siempre iba perfectamente trajeado y poseía una dignidad que me llamaba mucho la atención.


¿Por qué tienen tanta importancia los animales en tus libros?

Los animales de compañía están con frecuencia en mis textos como una especie de corifeo, de actores secundarios. En mis libros anteriores había sobre todo perros, pero en 'Azul ruso', ya desde el propio título, que es una raza felina, ganan los gatos. Se dice que el gato es el único animal que sobrevive a todas las catástrofes, un poco como le sucede al hombre, y siempre ha mantenido con él una relación de sociedad, no de dependencia, como el perro. En ocasiones, el animal es un símbolo. En 'Azul ruso' los gatos serían trasunto de todas las víctimas de un holocausto gratuito, causado por alguien con el poder de decidir sobre las vidas ajenas.


¿Cómo explica esa irrupción de la fantasía en lo cotidiano, muy al modo de Julio Cortázar o de Silvina Ocampo?

Para mí la realidad es un lugar poco ameno, del que intento huir siempre que tengo ocasión. A ratos siento que lo que más me interesa de ella es justo lo que no vemos, esas trastiendas de las vidas y las situaciones que no enseñamos a nadie. Esos dos autores que para mí son claves, sobre todo en el caso de Silvina Ocampo, una maestra en el arte de retratar los secretos, las puertas falsas que se cuelan en nuestra existencia.


Casi todos los personajes viven en el extrañamiento constante?

Sí, tengo debilidad por los seres extraños, por los que se pasean por la vida como si su tiempo lo rigiera un reloj blando de Dalí.


¿En qué medida le condiciona o le inspira el cine?

El cine marcó mi infancia, es una bonita cicatriz que no puedo olvidar. Cuando escribo un cuento, he tenido que rodarlo antes en mi mente, ya he fabricado la historia en secuencias.


¿Hay dentro de Patricia Esteban un demonio como sugiere Fernando Iwasaki?

Sí, seguramente uno muy bien alimentado. Yo siempre digo que la literatura es un lugar perfecto para desprenderse de las obsesiones, los miedos, la locura. En ese sentido me parece la mejor terapia para tener a raya a los demonios de cada cual.