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Domingo Villar mira al mar más turbulento de Galicia

El escritor presenta su segunda novela, 'La playa de los ahogados', donde el inspector Caldas investiga la muerte de un marinero

Villar presentó ayer su nueva novela en la Casa del Libro.
Domingo Villar mira al mar más turbulento de Galicia
JAVIER LLORENTE

Domingo Villar fue toda una revelación en 2006 con su novela 'Ojos de agua' (Siruela; lleva siete ediciones y ha sido traducida a seis lenguas), donde creaba al inspector Leo Caldas y a su ayudante, el zaragozano Rafael Estévez. Ahora, tras más de dos años de absoluta entrega, publica 'La playa de los ahogados' (Siruela), "una novela policíaca y marinera" que dedica a su padre.

 

Domingo, "gracias a los prodigios de la tarifa plana", le lee todos los días algo a su progenitor, que antaño tuvo una bodega de vino y que le contagió la pasión por el vino y por la viña, "más por la viña", a su hijo, y por extensión a Caldas, ese hombre melancólico y tristón que tiene la sensación de que vive en un mundo mal hecho donde es más importante, y en apariencia más gratificante, su presencia en el programa 'Patrulla en las ondas', que lo ha hecho famoso, que sus esfuerzos por resolver casos y por "entender a los criminales, a los asesinos. Eso le pone un poco de mala leche. Caldas es lacónico, reflexivo, es alguien lleno de dudas y de vacilaciones, inseguro, pero en el fondo me gustan los personajes así. Donde mejor se ven las figuras es en el claroscuro de Rembrandt o Caravaggio que en la luz de Santiago Rusiñol", dice Villar.

El aragonés directo Estévez

Este personaje, al que le gustan los percebes y los berberechos, este solitario que no se atreve a comprometerse por temor a fundar una familia y tener hijos, tiene un complemento: el aragonés Rafael Estévez, "que es más directo, más brutal también, y choca con el carácter sinuoso de su jefe, con su ambigüedad". Domingo Villar está casado con la periodista turolense Beatriz Lozano y, de algún modo, la creación de Estévez es un homenaje a su mujer y es un pretexto también para burlarse de sí mismo y de los gallegos.

 

"Hay otro detalle sustancial: a mí me gusta contar cómo es mi tierra, y de ese modo, a través de este personaje que acaba de llegar a Galicia, que pregunta cosas, puedo realizar un retrato de la tierra. Me hace gracia burlarme un poco de cómo somos los gallegos a través de la lógica aplastante del aragonés". Ambos, Caldas y Estévez, en esta ocasión, se enfrentan al universo de la pesca de bajura.

 

Un marino, Justo Castelo 'el Rubio', aparece ahogado en una minúscula playa con las manos atadas. Dice Domingo que a veces son los propios marineros, cuando deciden morir en el mar por propia voluntad, los que se atan para no volverse atrás en el último instante, pero aquí pronto se descubre que se trata de un crimen.

 

Caldas y Estévez inician sus pesquisas y eso les llevará a conocer un micromundo cerrado y silencioso sobre los oficios del mar, que les conduce, entre otras cosas, a dos personajes ausentes, el capitán Sousa, que murió ahogado, "o eso se dice", y Rebeca Neira, que desapareció una noche que salió por tabaco. "Caldas es un antihéreoe que ni siquiera lleva pistola. Busca las razones del crimen, abre las puertas al perdón hasta veinte veces y se resiste a creer que el culpable sea aquel que indican todas las miradas".

 

Estévez ejerce de admirable contrapunto: se ha enamorado, no come con la voracidad de antaño, se cansa de trabajar horas y horas, y le dice a su jefe que está solo. "En los pequeños puertos de Galicia, en lo que se calla hay tanta información como en lo que se dice. Todos esperan que el tiempo emborrone y cubra de arena lo sucedido", concluye Domingo.