HISTORIA DE UN SINDICALISTA ARAGONÉS

Las siete vidas de Miguel Alcubierre

El historiador Antonio Peiró acaba de publicar el libro 'Miguel Alcubierre. Testimonio de la emigración y el exilio'. Esta biografía descubre a un personaje fascinante, que vivió el siglo XX entre Tardienta, Zaragoza, Barcelona, París, Orleans, Santiago de los Caballeros y Ciudad de México.

Miguel Alcubierre, con uniforme de comisario político (julio de 1936-mayo de 1937)
Las siete vidas de Miguel Alcubierre
Heraldo

Nacido en Tardienta en 1905, Miguel Alcubierre es un desconocido en Aragón. Fue uno de esos radicales que a principios de siglo enarboló la bandera de la defensa del trabajador. Y, también, la bandera de Aragón, por cuya autonomía luchó: fue uno de los autores del anteproyecto de Estatuto de Caspe. Llegó a ser director general de Transportes de la Generalitat catalana durante la guerra civil, a cuyo término se exilió.

 

Y tuvo, en realidad, siete vidas, cada una de ellas anclada a los sitios en los que le tocó vivir: Tardienta, Zaragoza, Barcelona, París, Orleans, Santiago de los Caballeros y Ciudad de México. Para los sindicalistas aragoneses toda su trayectoria está ligada a Cataluña; para los catalanes, había nacido en Aragón. Así que su figura, pese a haber sido testigo o protagonista de algunos de los hechos más relevantes de la reciente historia de España, ha permanecido durante años en el limbo del olvido.

 

De allí la ha rescatado el historiador Antonio Peiró, que acaba de publicar el libro ‘Miguel Alcubierre. Testimonio de la emigración y el exilio’ (Fundación Bernardo Aladrén/Rolde de Estudios Aragoneses). Una biografía que pone en su justo lugar a una figura fascinante.


“Alcubierre era un sindicalista, un hombre de acción, un radical –señala Peiró-. Un personaje que estuvo en el meollo de todo, o de casi todo, pero que siempre quiso librar un papel secundario”. Estudió en Zaragoza y muy pronto se trasladó a la Barcelona del ‘pistolerismo’. Una señal: su primera vivienda en la ciudad condal estaba al lado de La Canadiense, la empresa que en 1919 había tenido la huelga más importante de la historia de España: duró 44 días y se cerró con 3.000 detenidos.

 

Empezó a trabajar en Lámparas Z y allí conoció a un hombre clave, José del Barrio. Junto a él militó en la CNT, participó en la sublevación del Alto Llobregat y fue a la cárcel. Con el correr del tiempo, Del Barrio fue expulsado de la CNT, de donde pasó a la UGT. Y Alcubierre realizó el mismo tránsito.


“He descubierto que estuvo encarcelado dos veces –apunta Peiró-. La primera en el 32, por la sublevación anarquista del Bajo Llobregat. Y otra en octubre del 34, cuando se produjo la proclamación de la República Catalana, y fue recluido, junto a otros compañeros, en el vapor ‘Uruguay’. Pero no me extrañaría que hubiera estado en la cárcel en más ocasiones”.


Entre el 34 y el 36 se le puede definir como ‘aragonesista’, pero un ‘aragonesista’ muy particular. En mayo del 36 vio cumplido uno de sus sueños, la celebración de un congreso autonomista que tuvo lugar en Caspe. Allí fue uno de los miembros de la comisión que redactó un anteproyecto de Estatuto.

 

Cuando estalló la guerra se integró en el PSUC y marchó a luchar a Aragón. “Durante buena parte de la guerra fue comisario político –apunta Peiró-. No tengo información de que participara en ninguna acción de guerra. Regresó a Barcelona y allí fue director general de Servicios Públicos de la Generalitat, primero, y luego director general de Transporte. Todo lo que tenía que ver con el parque automovilístico en tiempos de guerra, desde el combustible a las reparaciones, pasaba por sus manos”.

 

Llegó el exilio, la familia se deshizo y recompuso, logró salir en el últimbo barco que partió rumbo a América, recaló en la República Dominicana, donde se encontró con que “era un obrero especializado en una actividad que allí no existía”, y acabó instalándose en México. Allí acabó después de que el propio Indalecio Prieto ordenara que se le pagase el pasaje, a él y a su familia, para evitar que lo devolvieran a España. Murió en 1972.


A Antonio Peiró todavía le dura la fascinación por el personaje. Descubrió su existencia hace casi tres décadas pero no pudo dar con detalles de su biografía hasta hace un par de años. El resto fue pasión por contar. “Del exilio tenemos muy bien documentada a la gente de primera fila, a los intelectuales, cuya trayectoria vital es más fácil de rastrear –concluye el historiador-. Pero nos falta por perfilar la biografía de personajes como Alcubierre, que son un testimonio elocuente de lo que supuso la emigración y el exilio”.