PERIODISMO

"He intentado escribir entre líneas"

Del Arco realizó caricaturas a los políticos españoles más importantes de su época.

Detalle de una caricatura de Valle-Inclán
"He intentado escribir entre líneas"
HA

En 1931, con un lapicero, 36 duros en el bolsillo y una carpeta de caricaturas, Manuel del Arco se trasladó a Madrid. Buscó trabajó en todos los periódicos, y finalmente logró que Manuel Fontdevila, director de ‘Heraldo de Madrid’, le comprase una colección de doce retratos a razón de diez pesetas cada uno. La primera caricaturas que apareció el 9 de octubre de 1931 era de Francisco de los Ríos. Poco después, Manuel del Arco fue llamado por el director de ‘La Libertad’ para que hiciese una nueva sección diaria, ‘Figuras de los constituyentes’, en la que aparecía un diputado. Eran tiempos en que "se publicaban más caricaturas que fotografías".


Del Arco podía encontrarse con Azaña, con Pío Baroja, con Lerroux o con Ramón y Cajal en La Granja del Henar, en otras tabernas y cafés o en el Ateneo. En esos lugares, el propio dibujante veía la primera reacción de los caricaturizados; decía que solo "el mal hablado" Valle-Inclán se había molestado.


En mayo de 1936 expuso en el Ateneo, pasó por allí Ramón Gómez de la Serna, y le redactó un estupendo prólogo para un libro que define muy bien la trayectoria de Manuel del Arco, a quien tilda de "maestro". Dice Ramón: "¡El único que sobrepasa el presente es el caricaturista!". Agrega: "Del Arco estiliza a sus caricaturizados como un realizador de esquemas seguros, rotundos, con algo de cifras, con mucho de jeroglíficos egipcios. Es un caricaturista que fija los ojos de los personajes, el ojo del personaje mejor dicho, en su debido centro, negreando su mirada, devolviéndole desescamado al mundo". Miguel Maura, en un nota epilogal a ‘Antes del 36’ (que se reeditó en 1966 en AHR), resume: "Es ya maestro insuperable hoy en día Del Arco. Ha llegado a un preciosismo en el ‘arte de inquirir’, que creo que no tiene rival en el periodismo español".

Ingenioso, rápido y certero


Las consideraciones sobre la caricatura también podrían aplicarse a lo que mejor hizo y lo que le dio fama: esas inquisiciones, esos miles de entrevistas chispeantes que parecen realizadas a vuela pluma, a golpe de intuición. Se trataba de entrevistas ingeniosas y rápidas, menos improvisadas de lo que parecía ("Jamás se encomendó a la improvisación", señalaba Manuel Aznar), en las que reinaba la concisión del estilo, el humor y la gracia. Una sencilla relectura de muchas revela clarividencia y escasa frivolidad. El joven novelista Mario Vargas Llosa le decía: "La novela es una representación verbal de la realidad en la que un hombre expresa simultáneamente su experiencia y su rechazo del mundo en que vive. Un novelista es un hombre que no dice la verdad, sino que la contradice".


Del Arco, que se confesaba "aragonés y tozudo" y usaba una elegante corbata blanca, también fue subdirector de ‘Tele-Expréss’ y trabajó en la radio y en Televisión Española y fue un gran viajero. En su oficio -el diario ‘Pueblo’ lo calificó como "un español popular y universal"- mezclaba la agudeza, el ingenio, el interés por la vida y un virtuosismo constante que se basaba en su gran cultura, en la pasión por el arte (fue crítico de arte unos meses recién llegado a Barcelona), la historia y el deporte. Cada entrevista tenía un cuento dentro, un discurso, una idea, y cada caricatura era un ejercicio elegante de síntesis, de capacidad de ver en pocos trazos. Del Arco sentenció: "Siempre he intentado escribir entre líneas".