El 10 de enero de 1929 aparecía la primera viñeta de Tintín y su perro Milú. La firmaba Hergé, acrónimo con el sonido en francés de las iniciales cruzadas de Georges Rémi, dibujante belga que haría universalmente famoso a un joven reportero con mechón pelirrojo y bombachos al que desde entonces acompañó la polémica. Ochenta años después, Tintín es una referencia para millones de personas en todo el mundo.

La viñeta se publicó en 'Le Petit Vingtième', suplemento juvenil de un rotativo católico integrista dirigido por el abad Norbert Wallez. Antisemita y admirador de Mussolini, el abad encargó a Hergé del suplemento que albergó las viñetas inaugurales de 'Tintín en el país de los sóviets'. Era la primera aventura de una serie que sumaría 23 álbumes. Desde la muerte de su creador hace más de un cuarto de siglo, las aventuras de Tintín han seguido vendiéndose como rosquillas, a razón de más de tres millones de ejemplares al año. Ya se llega a la redonda cifra de los 300 millones de copias vendidas en todo el mundo, traducidas a sesenta lenguas.

Padre del depurado estilo de la 'línea clara', Hergé evolucionó desde un conservadurismo católico a posturas más tolerantes, abonando una leyenda negra que salpicó al dibujante y al personaje. Un Tintín que recorrió los grandes acontecimientos del siglo -ya como demócrata- sin perder en cinco décadas un ápice de su juventud. Tampoco envió una noticia en las muchas aventuras que protagonizó al lado del Capitán Haddock, el profesor Silvestre Tornasol, los patosos policías Hernández y Fernández, la soprano Bianca Castafiore, el mayordomo Néstor, Serafín Latón, Rastapopolulos o el general Alcázar.