LETRAS

José Luis Borau: "Tengo dedicación absoluta; mis amigos no entienden que trabaje en domingo"

El año que viene cumplirá 80 años, pero no para. Su nueva aventura empieza en el sillón 'B' de la Real Academia, cuyo discurso de ingreso lee hoy mismo en Madrid.

PREGUNTA.- Cuando era niño, ¿qué quería ser de mayor?


RESPUESTA.- En realidad, desde muy pequeñito quise ser lo que he sido. Quería hacer películas. Pero al principio creía que las hacían los actores y eso no me gustaba. Cuando descubrí que no, que las hacía otro señor que no salía en la pantalla, me dije que eso era lo mío.


P.- Se lo preguntaba porque ha llegado a ser muchas cosas: director, escritor, productor, presidente de la Academia de Cine y la SGAE…


R.- Sí, pero casi todas están referidas al cine, y algunas lo he sido porque me he visto obligado. Si he escrito guiones, he producido y distribuido es porque no encontraba quien lo hiciera. Yo no tengo condiciones para ser productor: no se me dan bien los números, apenas sé sumar, me aburren los contratos, el Derecho que estudié lo tengo olvidado… Pero a mí no me gustaban las películas que me ofrecían las productoras y a ellas, aún menos las que les ofrecía yo.


P.- Y se ha dedicado a otros asuntos: escribir cuentos, editar libros…


R.- Lo que más he hecho es ser profesor. Durante 35 años he dado clases de guión y dirección en la Escuela de Cine de Madrid, donde estuve primero como alumno. El de profesor es un trabajo que me gusta mucho, pero ahora solo doy alguna clase o conferencia esporádica, no puedo asumir un curso completo, con varias a la semana.


P.- Está a punto de dar una importante lección: su discurso de ingreso en la Real Academia. Y en su línea, porque hablará de 'El cine en nuestro lenguaje'. ¿Por qué se incorporan al lenguaje palabras y expresiones de las películas?


R.- Porque el cine es una referencia común, se recurre a él como antes a los toros o el teatro, que han dejado expresiones como "ver los toros desde la barrera" o "entre bambalinas". El ambiente y el oficio de las diversiones siempre ha acabado empapando el lenguaje cotidiano, lo que pasa es que con el cine somos menos conscientes.


P.- ¿Le gusta o le hace gracia alguna expresión en particular?


R.- Algunas son muy divertidas y sorprendentes, como "el hombre propone y Basil Rathbone" (nombre de un actor que se hizo popular encarnando a Sherlock Holmes), "pintas menos que Grace Kelly en un andamio" o "detente Drácula, que llevo escapulario".


P.- ¿Desaparecen como las modas?


R.- Hay algunas que perduran, como hablar de "juguetes rotos", que era el título de una película de Summers, o de "asignatura pendiente", que se utilizaba antes de la cinta de Garci solo entre estudiantes y ahora está incorporada al lenguaje común. O "macho", que existía para denominar a los animales de género masculino pero, después de la guerra, con el aluvión de películas mexicanas que llegaron en las que los personajes se dirigían unos a otros diciéndose por ejemplo "Macho, qué bueno que viniste", pasó al uso habitual actual.


P.- La Real Academia se suma a sus muchas obligaciones actuales…


R.- Eso es lo que más me preocupa: el lunes por la tarde tengo la Academia de San Fernando, los jueves por la tarde voy a tener la de la Lengua, más la SGAE, más los libros… Ya solo se vive para trabajar, es muy deprimente. Porque, en las academias, lo de menos es tener que dedicarles una hora y media a la semana: lo que pasa es que luego salen también más trabajos, como escribir prólogos, dar conferencias… Cargos ya no voy a aceptar más, porque implican muchos compromisos y dedicación. Así estoy de cansado. Estoy ronco y creo que es de eso, y de los nervios.


P.- Aún así, ha sacado tiempo para poner en marcha una fundación que ayude a jóvenes cineastas.


R.- ¡Pero no sabes a costa de qué! Me llaman los amigos el domingo por la tarde y estoy trabajando. Es dedicación absoluta, muchos amigos no lo entienden. Siempre digo que yo, cuando llega el fin de semana, trabajo. Los demás días voy a la oficina. Estoy muy agobiado. Ya soy muy viejo...


P.- Entre los propósitos de la fundación está que los becarios se relacionen con estudiantes de otros ámbitos, ¿están excesivamente separados los conocimientos?


R.- Sí, es un fenómeno que existe. Viví hace nueve años en Estados Unidos y allí la gente sabe mucho de su parcelita y nada de la de al lado. Eso es una aberración. La beca que damos en Madrid lleva implícita una estancia de doce meses en la Residencia de Estudiantes, porque allí hay jóvenes de campos de estudio diferentes. Se trata de evitar la especialización ciega.


P.- También apoya los festivales que difunden la obra de los jóvenes (ha prestado su nombre al premio al mejor largometraje que desde este año dará el Festival de Zaragoza). ¿Qué se podría hacer en Aragón para fomentar la creación cinematográfica?


R.- Lo primero que tendría que tener Aragón es un centro de enseñanza, grande o pequeño. Hace falta que quien quiera estudiar cine o televisión pueda tener dónde iniciarse. Si no, la gente va de francotirador como puede, aprende por sí misma y eso está bien, pero también mal: a los autodidactas les cuesta mucho descubrir cosas que podrían saber en un par de clases. Aprender solo tiene mucho mérito moral, pero es un hándicap tremendo, sobre todo en tiempos de tantos avances tecnológicos.


P.- ¿El cine digital, con el ahorro de costes que supone, podría ayudar a que los espectadores volviesen a las salas si abarata las entradas?


R.- El cine digital hace que incluso el rodaje sea más sencillo y más barato. Pero creo que la exhibición en salas, que son el lugar natural del cine, se va a ir reduciendo. Pasa ya en todos los países. Salir de casa es complicado, caro… y por eso hay tendencia a ver el cine en casa, que no es ver el cine realmente, pero es lo que hay. Yo no puedo calcular el futuro, pero sé que va a pasar algo con el cine digital, aunque desconozco qué soluciones ofrecerá al conocimiento cinematográfico.


P.- También es un factor relacionado con la piratería.


R.- El que se baja una película sin pagar o la compra en el 'top manta' trabaja contra sí mismo, aunque de momento se ahorre unos euros. Porque eso implica más desocupados, más paro. Muchas pequeñas productoras han tenido que cerrar ya. A la larga, eso lleva a un empobrecimiento. Y en nuestro país hay unos índices de piratería propios de un país subdesarrollado. Lo de la cultura gratis es muy bonito, pero cuando sea también gratis el pan, la vivienda… Los artistas viven de su trabajo.


P.- Un amigo me decía que a él le parece que cobrar derechos por cada reproducción es como que un arquitecto pretendiese cobrar cada vez que alguien entra y sale de un edifico que ha diseñado.


R.- Son cosas diferentes. Primero, el arquitecto cobra mucho más (ríe). Imagina que un arquitecto levanta una casa y luego esos mismos planos se usan para hacer otras. Pasó, por ejemplo, con París y Buenos Aires: los argentinos construían con planos de edificios parisinos. Pero los tenían que pagar. Cada vez que se usa una obra para más fines tiene que volverse a cobrar. El canon es un mal menor, yo creo que en el futuro se encontrará un sistema más perfecto para que cuando bajes una obra pagues automáticamente por ella, sin la actual fórmula del canon.


P.- ¿Es verdad que el primer e-mail que recibió como presidente de la SGAE le decía "se acaba usted de convertir en el enemigo público número uno"?


R.- Sí. Y le contesté. En el fondo me hizo gracia.


P.- Otras cosas serán gratificantes, como el libro que le han dedicado: 'Un extraño entre nosotros'. ¿Le da pudor ser centro de atención?


R.- Me da tanto pudor que libros así los hojeo, pero no los leo, al menos no al pie de la letra. Si dicen cosas buenas, me da vergüenza. Y si no, me llevo un disgusto.