ARTE

La guerra de las vanguardias

La contienda de 1914 protagoniza una muestra que ha reunido 222 obras procedentes de colecciones de todo el mundo.

Pocos acontecimientos históricos tuvieron tanta incidencia en las artes plásticas como la guerra de 1914. El periodo inmediatamente anterior al estallido de la contienda -donde muchos artistas intuían lo que se estaba fraguando- coincidió con la máxima vitalidad de los movimientos vanguardistas. Tras cuatro años de negociaciones con pinacotecas de todo el mundo y coleccionistas privados, el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid han reunido 222 obras en la muestra '`1914! La vanguardia y la Gran Guerra', que se podrá contemplar en ambas sedes hasta el 11 de enero. "Nunca antes se había hecho un monográfico tan intenso y extenso sobre este periodo", dijo el conservador jefe del Museo Thyssen, Guillermo Solana. "Este proyecto no se enmarca dentro de la industria del entretenimiento ni del espectáculo; es nuestra gran apuesta de la temporada, una cita para la educación y la reflexión".


Repartida en dos edificios (ocho salas en el Thyssen y cinco en la Casa de las Alhajas), la exposición incluye nombres como los de Klee, Kandinsky, Brancusi, Chagall, Nolde, Léger, Boccioni, Rouault, Zadkine, Grosz, Marc, Kirchner y un largo etcétera hasta completar una nómina de 68 artistas. Sorprende que la 'carnicería' de la Gran Guerra -donde hubo ocho millones de muertos y seis millones de inválidos- inspirase arrebatos tan entusiastas entre pintores, escritores e intelectuales. El Thyssen recoge en el pórtico de la muestra algunos del estos textos. "Queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, las bellas ideas por las cuales se muere", escribió Marinetti, uno de los promotores del movimiento futurista. Otro seguidor de esta corriente, Umberto Boccioni, tampoco se quedó corto: "Nosotros los futuristas somos bárbaros superiores y posemos la ferocidad y el éxtasis". La guinda la puso el dibujante y escultor francés Henri Gaudier-Breska: "Esta guerra es un gran remedio. Mata la arrogancia y el orgullo del individuo".


Una vez que las balas comenzaron a silbar, las opiniones se tornaron más sombrías. "La guerra desgarra cada vez más; sólo se ven caras, ningún rostro", escribió Kirchner en 1915. Aunque tampoco faltaron los apóstoles del optimismo: "El espectáculo es grandioso noche y día; el terrible estruendo es incesante, la llanura arruinada se siembra sin cesar con el metal de muerte en el que habrá de germinar la nueva vida", escribió el surrealista Apollinaire.


A juicio del comisario de la muestra, Javier Arnaldo, toda esa militancia belicista, a la que muchos se sumaron al comienzo de la guerra, fue retrocediendo en entusiasmo al comprobar "el disparate y el infierno de horror en que aquello se había convertido". "No podía ser de otra manera", apostilló.


Trincheras


Expresionismo, cubismo, futurismo, vorticismo y primera abstracción son los movimientos de una panorámica que abarca desde 1913 a 1918. Arnaldo ligó el nacimiento del cubismo y de las primeras abstracciones con una guerra donde los soldados permanecían atrincherados y no veían al enemigo. "El armamento había alcanzado un poder devastador, se escuchaban ruidos pavorosos, pero las manos ejecutoras eran anónimas". También señaló la "intima relación" entre algunas propuestas artísticas y las técnicas de camuflaje. "Los ejércitos solicitaron la colaboración de bastantes pintores".


El comisario explicó que las obras del Museo Thyssen hacen hincapié en el "aspecto romántico" de la vanguardia, mientras que las de la Casa de las Alhajas reparan en la "conciencia de la realidad". Cedidas por 80 prestadores de 16 países diferentes, algunas piezas resaltan por su importancia artística o su carácter inédito. Arnaldo se refirió a 'La ducha de los soldados' (1915), de Ernst Ludwig Kirchner, los aguafuertes de Zadkine, las aguatintas de Rouault, los tres cuadros de Boccioni, los óleos de Otto Dix, Nolde y Kandinsky, los dibujos de Klee y Chagall, y una "sorprendente y monstruosa" escultura -realizada en 1916 por Jacop Epstein- donde "un gran pene metálico destruye a la vez que engendra nueva ida". También aludió a una cabeza cincelada con los restos de un obús, atribuida a a André Derain.


El conservador jefe del Museo Thyssen, Guillermo Solana, sintetizó en una frase lo que el espectador se va a encontrar: "No hay documento de cultura que no sea un documento de barbarie".