ARQUITECTURA

La arquitectura aragonesa que viene

La gran cantidad de obra pública adjudicada en Zaragoza en los últimos años ha permitido a una nueva generación de arquitectos saltar a la arena e independizarse de sus maestros. Las figuras emergentes de menos de 40 años ya están dejando su sello en la ciudad.

Con los proyectos arquitectónicos que no se han llegado a construir y con los que, una vez construidos, poco o nada se parecen a lo proyectado, se podría levantar una Zaragoza paralela. Una Zaragoza en la que, por ejemplo, el Pabellón Puente no lo habría contruido la superestrella Zaha Hadid, sino una más modesta -y aragonesa- Olga Barriendo. Porque fue esta joven promesa de la arquitectura la que, en 2004, ganó el prestigioso premio de ideas Thyssenkrupp para esta obra, una ambiciosa propuesta flotante que tituló "Sensualidad urbana" y que le valió ser mencionada en las más prestigiosas publicaciones internacionales de su gremio. Aunque no se llegó a construir, aquel galardón le dio alas y proyección como miembro destacado de la generación "emergente" de arquitectos aragoneses.


A pesar de que el parón inmobiliario augura unas vacas flacas temidas por todos, la Expo y su Plan de Acompañamiento -con la ingente cantidad de obra pública que ha traído consigo- no solo ha transformado la capital aragonesa, sino que, en los últimos tres o cuatro años, ha permitido a una generación joven de arquitectos aragoneses despuntar, incorporarse al mercado y empezar a ser tenida en cuenta.


Son profesionales que rondan la cuarentena -los premios Europan, que marca la pauta de la arquitectura joven en España, sitúan el límite de la juventud en los 45 años- y que todavía no han podido firmar ningún macroproyecto mediático. No son Moneo ni Foster, pero es su trabajo el que, a fin de cuentas, está dando forma a las ciudades de Aragón.


Jaime Magén es quizá uno de los nombres que más suenan en los programas de la Fundación Caja de Arquitectos, donde se puede rastrear la trayectoria de las jóvenes promesas españolas. Lleva ocho años al frente de su propio estudio en Zaragoza -Magén Arquitectos, que ahora comparte con su hermano menor- y en 2004 ganó el premio García Mercadal, que concede el Colegio de Arquitectos de Aragón, en la modalidad de arquitectura interior, por unas viviendas reformadas en el Casco Histórico de la capital aragonesa. Actualmente, entre otros proyectos, construye la sede de la Unidad de Montes del Gobierno de Aragón, junto a la plaza de Europa, un edificio austero pensado para integrarse íntimamente en el paisaje urbano que le corresponde.


Dedicación al detalle


Magén cree que es muy pronto todavía para aventurar los rasgos de la nueva generación aragonesa, pero sí que aprecia algunas características comunes que, en cierta forma, la retratan: "Entre los jóvenes se observa una mayor dedicación al detalle constructivo. No es que la generación anterior no lo hiciera, pero creo que nosotros estamos más pendientes de la marcha de la obra y nos implicamos más en su dirección", argumenta.


Santiago Carroquino, otro emergente que, como Magén, empezó a volar solo con su propio estudio tras formarse en varios despachos de los "totems" consagrados de Zaragoza (Basilio Tobías, Pemán y Franco, Joaquín Sicilia, Julio Clúa, Pérez Latorre...), se atreve a ir un poco más allá en la caracterización y establece la "contención" como el principal rasgo aglutinante del grupo: "Contención tanto en los materiales como en el estilo -prosigue-, además de una preocupación generalizada por las cuestiones medioambientales y de edificación sostenible y ecológica".


Es difícil establecer unas líneas comunes, entre otras cosas, porque en Aragón no hay una escuela superior de Arquitectura. Tanto los tres mencionados hasta ahora, como Alejandro San Felipe (también ganador del García Mercadal y firmante, junto a su compañero Francisco Lacruz, del proyecto para el Balcón de San Lázaro, que tendrá que ser modificado tras la aparición de restos arqueológicos en el solar), Daniel Borruey, Antonio Lorén o Mamen Escorihuela, entre otros nombres que se quedan en el tintero, han estudiado en Navarra, en Barcelona, en Madrid, en Granada o en sitios tan lejanos como La Coruña. Su formación académica no es común, y su estilo, por tanto, tampoco puede serlo. Lo único que les une es que todos se han fogueado a la sombra de los Tobías, los Clúa, los Pérez Latorre o los Sicilia. En cierta forma, son hijos de la generación que hoy domina el panorama, y como cualquier hijo tienen el anhelo -lo confiesen o no- de superar y enmendar la plana a su progenitor y maestro.


Quédense con estos nombres, pues son los arquitectos que construirán el Aragón del futuro.