LITERATURA

Luis Landero: "He sido un hijo rebelde y ahora soy un padre complaciente"

El escritor extremeño (Alburquerque, 1948), que ha publicado recientemente "Hoy, Júpiter", visitó ayer varios institutos zaragozanos.

Me gustaría que se definiera a sí mismo.


Ufff... (Piensa) No sé responder. Porque o dices una frase brillante o mejor te callas. Se me ocurren varias cosas, pero insinceras.


Se lo pedía porque una vez dijo que uno no se define por lo que es, sino por lo que le gustaría ser. ¿Qué le gustaría ser?


Una persona de 60 años sin enfermedades y con una razonable expectativa de vida para hacer lo que quiero hacer: escribir y vivir.


¿Se da cuenta de que parece ir al revés del mundo? Escribe despacio en un momento en que todo el mundo tiene prisa, no le preocupa la fama...


Pero eso es lo normal, lo anormal es lo otro. El éxito es una droga adictiva, el que lo ha conocido difícilmente puede vivir sin él. La fama es fácil de conseguir: saliendo en televisión, tirándote al Ebro desde un puente... Así, estás en la prensa al día siguiente. El éxito está muy bien pero tiene algo perverso, como se ve en "Fama" o "Gran hermano", se trafica con la droga del éxito. Se convierte en un modelo para los chavales, pero el éxito de verdad es hacer lo que uno quiere hacer. No hay nada peor que intentar gustar a los demás. La vida es un viaje solo de ida, no merece la pena trabajar por valores tan mezquinos. Hay que ser radical, altivo, arrogante. Como los románticos: defiende tu manera de ser.


Antes de las novelas, usted escribía poesía, ¿por qué lo dejó?


Porque no era bueno. Todo el mundo empieza con la poesía, por la magia del ritmo, la brevedad maravillosa, la subjetividad extrema... Ser poeta es muy difícil, pero es un buen comienzo.


¿Cuándo supo que quería ser escritor?


Cuando empecé a ser consciente del lenguaje, a enamorarme de las palabras. Cuando me contaban cuentos de pequeño ya estaba fascinado: en cuanto empezaba la historia se suspendía la realidad de todos los días y ocurrían cosas maravillosas. Hay tres momentos en mi vida de escritor: los cuentos, mis primeros poemas y el momento en que decidí ser escritor, porque quería contar historias, tenía un mundo interior que me inquietaba y desasosegaba.


Entonces le pasa como a Hemingway, tiene a la máquina de escribir como psicoanalista...


Sí, seguro. Pero yo escribo a mano y en cinco colores.


¿Por qué?


Porque es el mejor remedio, no lo supera ningún ordenador. Escribo la primera versión con pluma negra, luego hago la corrección a lápiz, una tercera versión con rotulador azul, la cuarta con rojo y la quinta en verde. Hay cinco estadios de escritura.


¿Para quién escribe?


No escribo para nadie, escribo porque quiero escribir. En una isla desierta también escribiría... Bueno, no lo sé. El hombre es un animal social, dices que escribes para ti, pero cuentas con la posibilidad de que te lean después.


Creo que su relación con su padre fue un tanto conflictiva, ¿cómo es usted con sus hijos?


Mi padre tenía una pasión enorme por que yo hiciera lo que él no pudo hacer, pero pedagógicamente era un desastre. Mi infancia fue tormentosa y mi adolescencia también. Tenía que asumir responsabilidades impropias de un niño, porque él pensaba que en la vida hay un destino, una misión por realizar. A los 5 o 6 años quería que supiera qué iba a ser de mayor. Yo, ahora, creo que soy un buen padre, mis hijos Alfredo y Luis son testigos. Quizá soy blando, los mimo, me cuesta regañarles, tal vez por la sombra de mi padre... Fui un hijo rebelde y soy un padre complaciente. Intento que sean felices, mimarlos, atenderlos e intervenir en sus problemas si puedo ayudarles.


Ahora da clases en la Escuela de Arte Dramático, ¿no le ha tentado escribir teatro?


No lo he intentado todavía, me gustaría, pero me tira mucho la novela.


¿También para leer?


Últimamente tengo grandes broncas con la narrativa. Ahora leo historia, filosofía, libros de ciencia... cualquier otra cosa. La única novela que puedo soportar es el Quijote.


¿Qué opina de la novela histórica, tan en boga?


No me gusta el género, aunque hay algunas buenas. Es un refugio de pecadores. Escribirla es relativamente fácil: documentarse, crear suspense, cierta dosis de violencia y sexo... Es un producto de laboratorio.