CÓMIC

Mortadelo y Filemón: 50 años de golpe y porrazo

Las páginas de la revista "Pulgarcito" exhibieron, un día como hoy de hace medio siglo, la primera historieta de estos dos personajes. Sus andanzas se reflejan en 179 álbumes publicados en 10 idiomas.

Corría el 20 de enero de 1958 cuando Mortadelo y Filemón abrieron su peculiar agencia de información. Estos dos alocados personajes, detectives de oficio que nunca resolvían nada, nacieron de la desbordante imaginación del dibujante Francisco Ibáñez y "cerraron" sus primeros casos desde las páginas de la revista "Pulgarcito", de la editorial Bruguera. Cincuenta años después ya no trabajan por su cuenta, sino que son agentes secretos de la T.I.A., enemigos de la A.B.U.E.L.A. y compañeros de trabajo del profesor Bacterio, la señorita Ofelia o el agente Bestiájez, todos ellos bajo las órdenes del superintendente Vicente y al amparo de Ediciones B. Han visitado los cinco continentes, derrotado a bandas temibles como "El Gang del Chicharrón" o enredado en casos tan extraños como el del bacalao o el del calcetín. Ya tienen medio siglo pero, lejos de jubilarse, estos dos desastres con patas y sin un pelo (o casi) de tontos todavía siguen al pie del cañón.


Nacidos en tiempos de hambruna, deben sus nombres a artículos de lujo por aquel entonces. Como explica Ibáñez, Mortadelo tiene que ver con la mortadela, mientras que Filemón, además de rimar con información, era un nombre que recordaba a un gran filete. Las biografías de ambos personajes, desveladas con el tiempo en las historietas, cuentan que los padres de Mortadelo, para seguir la tradición familiar de no romperse mucho la cabeza en cuanto a los nombres, le llamaron así porque se parecía al susodicho embutido. De Filemón se sabe que fue un niño de alta cuna porque sus padres se la pidieron prestada a un matrimonio de jugadores de baloncesto, y que, aunque en una de las primeras historietas Mortadelo se refiere a él como Filemón Pérez, se apellida Pi, como reza en un certificado médico firmado por el doctor Jerínguez, que da fe de que su paciente fue vacunado en su juventud contra la viruela.


Evolucionando, que es gerundio

Es curioso ahora descubrir al primer Mortadelo, pequeñajo y con un bombín alargado en el que guardaba sus disfraces, agarrado siempre a su paraguas; o al Filemón con pipa, sombrero y chaqueta, en una clara parodia de Sherlock Holmes y el doctor Watson. Este primitivo aspecto fue depurado con el paso de los años, pero Ibáñez mantuvo algunos elementos por los que esta pareja de despistados, que convirtieron el equívoco en una de las bellas artes y la torpeza en toda una filosofía, han entrado en la categoría de grandes mitos.


Mortadelo mantuvo su levita negra, pero desaparecieron el sombrero y el paraguas. Mientras tanto, la indumentaria de Filemón pasó a consistir en una camisa blanca, pajarita negra y pantalones rojos, aunque en ocasiones luce una chaqueta a juego. Invariable ha sido, sin embargo, el previsible final de las historietas, con ambos protagonistas vendados hasta las cejas, dándose de porrazos entre ellos o sacudiendo al profesor Bacterio, o huyendo del encolerizado Súper en algún rincón remoto del mundo.


Eterno es también el gusto de Mortadelo por disfrazarse de todo lo posible y lo imposible. En su primera historieta, de tan solo 16 viñetas, este as del cambiazo se transmutaba en perro rastreador, sereno, mozo de cuerda y pingüino. En la actualidad, sería un tremendo ejercicio de imaginación citar un objeto o personaje en el que no se haya transformado, para desesperación de su jefe y divertimento del lector.


Con ellos, generaciones enteras de niños han aprendido el significado de palabras como "gaznápiro", "sulfurarse", "cabestro" o "badulaque", y han situado en el mapa lugares como el lago Popocatepetl. También han incorporado a su vocabulario interjecciones como "sapristi" o han oído hablar de etnias como la de los hotentotes. Porque Ibáñez tiene la facilidad de usar siempre los vocablos más resonantes y llamativos sin llegar a inventar nunca ninguno (bueno, quizá "sapristi").


Así, la adorable abuelita de moño blanco y campanas de iglesia en el bolso le prepara a Filemón infusiones de hierbaluisa tras suministrarle por error purgante para el gato. Y Mortadelo tiene arena hasta en la epiglotis por recorrer a pie todo el desierto del Gobi. Por ejemplo.


Al cabo de la calle


Después de los primeros años de vida, en los que Francisco Ibáñez lidió con la censura con más gracia que otra cosa, una de las constantes en la etapa más moderna de los aguerridos agentes de la T.I.A. es la relación directa de sus aventuras con temas de actualidad reconocibles por la gente de la calle. Desde cuestiones sociales a políticas, pasando por aspectos económicos o series de televisión, Ibáñez ha tocado, eso sí, a su manera, el día a día del mundo en los últimos 20 años.


A sus enloquecidas historietas se asoman también personajes reales, debidamente caricaturizados y con los nombres levemente deformados, como el señor Rulfián, corrupto director general de la Guardia Viril. Por sus páginas han pasado futbolistas, baloncestistas, presidentes de gobiernos, miembros de realezas diversas o presentadores de televisión.


Otra cusiosidad: las dotes proféticas de Francisco Ibáñez se anticiparon en casi diez años al 11-S. El volumen dedicado al 35 aniversario de los agentes de la T.I.A., publicado en 1992, termina con una viñeta en cuyo fondo puede verse un avión estrellado contra una de las Torres Gemelas. El creador de Mortadelo y Filemón aparece esculpido junto a la Estatua de la Libertad, en cuya llama fríe una morcilla. Profecía aún por cumplirse.


Quizá ocurra en los próximos 50 años, cuando la fama de los agentes de la T.I.A. (Técnicos en Investigación Aeroterráquea, por cierto) llegue a la estratosfera. Porque ya son Paling & Ko en Holanda, Mortadelo e Salaminho en Portugal, Flink och Fummel en Suecia, Flip & Flop en Dinamarca... y así hasta en diez países donde se publican sus historietas.


Mortadelo, Filemón: muchas felicidades. Y gracias por las risas y por tantos buenos ratos.