DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

La otra final

Rodríguez Zapatero y Rajoy protagonizarán el próximo miércoles un debate sobre el estado de la nación crucial para la continuidad de la legislatura.

Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy
La otra final
JUANJO MARTÍN/EFE

José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy velan armas ante el debate del estado de la nación en el Congreso del miércoles y jueves. Perdido en la memoria queda aquel primer cara a cara protagonizado en 1983 por Felipe González y Manuel Fraga. Sí perduran otros duelos, aunque no tanto por su contenido como por algunos latigazos retóricos del tipo “¡váyase señor González!”, que José María Aznar arrojó en 1995 a González, o el “usted traiciona a los muertos” que Rajoy endosó a Zapatero hace cinco años a propósito del diálogo con ETA.


El jefe del Ejecutivo acude a esta cita, que marcará un punto de inflexión en la legislatura, con la historia de su lado. El gobernante socialista, según los estudios del CIS, ganó los cuatro últimos envites ante el líder de la oposición. Pero este Zapatero no es el de 2005, ni siquiera el de 2009. Ha perdido su optimismo de acero entre la maleza de una crisis económica sin paragón y se ha quedado sin margen para sacar nuevos conejos de la chistera o anunciar medidas de efecto, como el ‘cheque-bebé’. “La fiesta se acabó”, recordó hace unos días el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida.


Zapatero, no obstante, ha logrado zafarse de la imagen de boxeador grogui que arrastraba hace unos meses. Con cuatro millones de parados y con casi todos los indicadores económicos en números rojos, la economía entró en barrena y la UE exigió una incontestable reducción del déficit público. El remedio, a ojos de los ciudadanos, fue peor que la enfermedad.


Bajar el sueldo a los funcionarios, congelar las pensiones y cerrar el grifo de la inversión pública provocó una severa caída de Zapatero y el PSOE en las encuestas y el desasosiego cundió en las filas socialistas. No así en los organismos internacionales, que pasaron del recelo al aplauso.


Pero sobre la cabeza del presidente pende, además, la huelga general anunciada para el 29 de septiembre y la necesidad de conseguir aliados para aprobar los presupuestos generales de 2011, la llave para acabar la legislatura.


Con esta radiografía bajo el brazo, Zapatero prepara un debate que será más a cara de perro que los precedentes. Está mucho en juego. Una derrota y la imposibilidad de tramitar las cuentas estatales en octubre, dos escenarios para nada descartables en estos momentos, pondrían el punto final al mandato y el consiguiente adelanto electoral, en el que el PP tiene todas las cartas para ganar.


La victoria tampoco cambiaría demasiado el panorama pues la crisis seguirá ahí y la soledad parlamentaria también, pero sería, sin duda, un revulsivo para los alicaídos socialistas.


Rajoy:más que perder

Mariano Rajoy, tal vez por primera vez desde que es el jefe de la oposición, tiene más que perder que ganar en este asalto. Acude con la vitola del vencedor que reflejan las encuestas, pero con el sabor amargo de no contar con los apoyos suficientes para presentar y ganar una moción de censura. Para no morir de éxito, el líder del PP tiene que destronar con propuestas concretas y argumentos rotundos a Zapatero para evitar que, ahora sí, algunos brotes verdes que se insinúan -sobre todo el descenso del paro por tercer mes consecutivo- no supongan una dosis de oxígeno para que el ‘moribundo’ presidente retome el vuelo.


El líder de la oposición tiene ante sí la oportunidad de explicar su alternativa de gobierno, y no solo refugiarse en la crítica y el desacuerdo. Tendrá que poner sobre el tapete, blanco sobre negro, las coordenadas de su plan para sacar a España de la crisis. Rechazar las ofertas de pactos del Gobierno al grito de “se equivocan” ya no basta. Debe mojarse, en definitiva, en cómo propone el PP recortar el déficit más allá de suprimir una vicepresidencia y tres ministerios. La moral popular está alta, pero los suyos esperan una actuación estelar de Rajoy.


La estrategia de ponerse de perfil, mojarse poco y dejar que el Gobierno se cueza en la salsa de sus problemas tiene un límite, y ha llegado, al decir incluso de no pocos dirigentes del PP, el momento de presentarse como la alternativa de gobierno y formalizar la exigencia de un adelanto de las elecciones, solicitud que hasta ahora el líder de la oposición ha dejado para sus subalternos.