DESDE DENTRO DE LA MANIFESTACIÓN

Calor, colapso y clamor en una jornada histórica

Fue tan multitudinario que las autoridades necesitaron dos horas exactas para recorrer cuatro calles.

Avanzando a menos de un metro por minuto, bajo un sol implacable, un calor sofocante y entre continuos gritos de "independencia", la manifestación del 'Estatut' colapsó de tal manera el centro de Barcelona que más bien debería hablarse de concentración: nadie pudo recorrer más de cinco manzanas.

A las cinco de la tarde, una hora antes de iniciarse oficialmente la marcha, el intenso hormigueo de gente por el paseo de Gracia y la Gran Vía hasta plaza de Tetuán, el recorrido previsto, ya auguraba que iba a registrarse una participación histórica.

Después de días y días polemizando sobre quién y cómo deberían encabezar la manifestación, los líderes políticos catalanes vieron cómo la multitud les 'birlaba' la delantera. Cuando a las seis en punto llegaron Montilla y sus antecesores, Jordi Pujol y Pasqual Maragall, la larga marea humana ya empezaba a desembocar en el punto de llegada, la plaza de Tetuán. El presidente y el resto de autoridades institucionales permanecieron media hora de pie sin poder dar un paso, hasta que por megafonía se imploró a la gente que se agolpaba en Gracia a que despejase el centro de la avenida para dejar paso al resto.

"¡Políticos fuera, el pueblo es la cabecera!", gritaban algunos, que se resistían a ceder la delantera de la manifestación. Al final aflojaron y la cosa parecía que empezaba a arrancar: a las siete de la tarde ya se había avanzado una travesía.

El aplastante calor -más de 30 grados al sol- obligó a los políticos a relajar las formalidades: Montilla fue el primero en quitarse la americana y desfilar en mangas de camisa y Maragall le imitó. En cambio, Pujol, Benach y Rigol aguantaron estoicamente dos horas con la chaqueta.

Mientras el personal de protocolo informaba a presidentes y ex presidentes de que iba a ser misión imposible llegar hasta el final, Maragall no paraba de fotografiar con su teléfono móvil la colorida multitud. Lentamente, la cabecera iba descendiendo por el paseo de Gracia, topándose con silbidos de los manifestantes. Unos coreaban el lema de Òmnium Cultural, más allá se cantaba el himno de Cataluña, algunos gritaban "queremos un presidente independiente" y otro exhibía un cartel casero que decía "ya solo falta que vuelvan los grises".

Al llegar a la confluencia de paseo de Gracia con Gran Vía, y al ver que era imposible girar decentemente hacia la plaza de Tetuán, los organizadores decidieron no arriesgar y disolvieron la marcha. Se plegó la 'senyera', los políticos se dieron la mano y cada uno buscó un hueco por el que escabullirse, después de haber necesitado dos horas exactas para recorrer cuatro calles