el país, en vilo

Pedro Sánchez desvela hoy si desiste de su empeño por ser presidente de España

El presidente resuelve sobre su dimisión o no tras un retiro insólito que lleva al límite el país y ha sumido en la zozobra al PSOE ante su posible renuncia.

FILE - Spain's Prime Minister Pedro Sanchez poses for a portrait after an interview with The Associated Press at the Moncloa Palace in Madrid, Spain, June 27, 2022. Spanish Prime Minister Pedro Sánchez says that he will consider resigning after what he calls “spurious” corruption allegations against his wife led to a judicial investigation being opened on April 24, 2024. Sánchez said in a letter posted on his X account that while the allegations against his wife Begoña Gómez are false, he is canceling his public agenda until Monday when he announce whether he will continue or step down. (AP Photo/Bernat Armangue, File)
Pedro Sánchez dará a conocer hoy su decisión
Bernat Armangue

La política española, abonada desde hace mucho tiempo a los latigazos previstos o imprevistos, se asoma este lunes a una decisión presidencial que no tiene parangón no ya en la azarosa trayectoria de su protagonista, sino en la propia historia democrática: la de un jefe del Ejecutivo que comunicará a sus gobernados si permanece en sus funciones o las abandona, y cómo, después de anunciar un enclaustramiento de cinco días en la residencia de la Moncloa para reflexionar si le «merece la pena» seguir adelante. Si le compensa resistir -a él, que ha hecho su divisa de la resiliencia impredecible y, al tiempo, calculada- al sentirse víctima de «un acoso y derribo» que tendría como ariete las diligencias judiciales abiertas a su mujer, Begoña Gómez, por un supuesto tráfico de influencias. Un asunto que le salpica a él, pero que interpreta como el detonante de una operación de mayor calado por parte de «la derecha» de Alberto Núñez Feijóo y «la ultraderecha» de Santiago Abascal para revertir la democracia en «la máquina del fango».

A Sánchez le aguarda este 29 de abril, efeméride en el santoral de San Pedro mártir, un país en vilo, con sus socios expectantes ante el incierto devenir de una legislatura trabada que todos, salvo Junts, han manifestado querer continuar con él al frente. La mayoría se han mostrado empáticos con el relato de la supuesta persecución por los poderes fácticos del Estado profundo y el 'lawfare' judicial; un relato que encaja con el que ellos mismos llevan años denunciando. La oposición, mientras, ha tratado de instalar la tesis de que 'el ciclo Sánchez' ya no da más de sí resuelva lo que resuelva. Y todo con la decisiva campaña catalana convertida en atrezzo de la escena principal. Pero es el conjunto del PSOE -de la vicepresidenta Montero, quien le sustituiría pilotando un Gobierno en funciones al último militante- el que espera la decantación de su líder sin que la camisa le llegue al cuello.

Un PSOE cuyo palpable desconcierto del miércoles a las siete de la tarde - cuando Sánchez dio su golpe de mano más impensable al publicar en red social X una carta a la ciudadanía que no había consultado con nadie- ha ido evolucionando hacia un estado de pesimismo rayano en pánico ante la posibilidad de que esto no sea un órdago más para intentar coger impulso en el empeño de gobernar contra viento y marea. Si se consuma la dimisión y en términos drásticos, el partido tendrá que reponerse del 'shock' inimaginable que supondría un final traumático, sin delfinato a la vista, a la década que comenzó con la también sorprendente elección de Sánchez en las primarias de julio de 2014 como secretario general de una sigla que este 2 de mayo cumplirá 145 años; y que alumbró un liderazgo cuyo mandato en el Ejecutivo ha ido cambiando la fisonomía de los acuerdos que sostienen la gobernabilidad del país.

Es en el PSOE en el que piensan también en estas horas de zozobra sus dirigentes y cargos, que el sábado tributaron a su líder a las puertas de Ferraz una exhibición de fidelidad al grito de «¡Pedro, quédate!», echando el resto para que su compromiso le cautive y que reniegan de colocarse en lo peor de una renuncia que lo pondría todo patas arriba. Pero tampoco pueden sustraerse ya a la hipótesis, que ellos mismos han nutrido al implorar cada vez de forma más audible a su jefe de filas que continúe, de que esta vez Sánchez, el imbatible, haya decidido batirse en retirada.

Se vaya u opte por mantener el pulso con las derechas en una legislatura infernal para su Gobierno por la dependencia del secesionismo, lo que los socialistas pretenden es que la decisión quede acolchada por esa narrativa política que proyecta la aflicción personal de un presidente «profundamente enamorado» de su mujer como la muesca de una causa general en defensa de la limpieza democrática. Su reverso, la suciedad, sus adversarios se la atribuyen a él, junto con unos «tics autoritarios» lindantes con «el franquismo», en palabras de Feijóo el sábado tras la movilización de Ferraz.

Lo personal y lo general

«Es una decisión personal que habrá que respetar. Decida lo que decida, el partido tiene que seguir», constata un barón territorial. Este domingo, con la cuenta atrás en sus nerviosas horas finales tras el vaciamiento emocional de la víspera, los ministros Elma Saiz y Fernando Grande-Marlaska y el líder del PSC, Salvador Illa -con una campaña dinamitada por el interrogante de cómo afectará esta crisis a sus expectativas y a las del independentismo que sostiene al Gobierno PSOE-Sumar-, incidieron en el cierre de filas con su secretario general.

Pero fue una vez más el ministro Óscar Puente, erigido en uno de los hombres de confianza de Sánchez después de que le eligiera para suplirle en la falllida investidura de Feijóo, quien aportó la mayor rotundidad en un escenario en el que nadie, ni propios ni ajenos, osa apostar nada «tratándose de Pedro». Invitado al congreso extraordinario de los socialistas gallegos tras el fiasco del 18-F, el titular de Transportes admitió que convencer a Sánchez «no está fácil, no está sencillo, porque le han tocado en su punto débil», aunque volvió a confiar -Ferraz dejó el sábado la imagen de sus sollozos y los de Félix Bolaños- en que el presidente opte por seguir donde está responsabilizando a Feijóo del trance que soporta.

Puente dejó además para las hemerotecas el elogio a su jefe más encendido y políticamente incorrecto de los escuchados hasta ahora, referido a su peso en la política internacional, cultivado con empeño: «No es que tenga predicamento -proclamó, con dardo mediante a Felipe González-, es que es el puto amo».

Decida Sánchez lo que decida, ha vuelto a cruzar tal Rubicón con su retiro que la impresión general es que nada podrá volver a ser como el minuto anterior a que publicara su carta. «Sea lo que sea, pinta regular», concede sobre la continuidad de la legislatura uno de sus socios soberanistas, para quien, llegados a este punto, la dimisión sería la salida «menos mala» porque una eventual cuestión de confianza resultaría incongruente dado que «no la ha perdido» en el Congreso; y también porque Junts no asegura el aval que sí están dispuestos a dar a Sánchez ERC, Bildu y el PNV. El recelo añadido, a expensas del resultado en Cataluña, es otro adelanto de las generales a julio que es percibido, hoy, como «un suicidio» para la mayoría de la investidura.

Cinco días sin apenas contactos

Dice su entorno más cercano que el encapsulamiento de Pedro Sánchez para meditar su decisión ha sido real, que apenas ha hablado con nadie más allá de su mujer y sus dos hijas en estos días de retiro excepcional en los que la gestión de los asuntos cotidianos del Gobierno han sido despachados por su jefe de Gabinete, Óscar López; cargos del partido y socios como el líder del PNV, Andoni Ortuzar, han enviado mensajes al presidente y a su entorno para trasladarle su apoyo y sin esperar respuesta haciéndose cargo de la situación. Sí ha hablado en su encierro con el jefe del Gobierno brasileño, el referente de la izquierda internacional Lula da Silva, quien difundió su solidaridad a través de las redes sociales.

Ese hermetismo, inhabitual en Sánchez, ha sido interpretado por los suyos como una inquietante señal sobre sus intenciones. En la carta que sacudió el miércoles el escenario político, Sánchez anticipaba una comparecencia ante los medios este lunes. Anoche, cuando la vicepresidenta Montero confiaba en poder hablar con él, la hora y el formato eran una incógnita.

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