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Una discusión con sus hijos adoptivos pudo desencadenar el crimen de la madre de Cantabria

La investigación policial apunta a que el crimen se produjo en el interior de la vivienda y después trasladaron el cuerpo de la víctima hasta el coche.

La Guardia Civil, frente al edificio donde se produjo el asesinato.
La Guardia Civil, frente al edificio donde se produjo el asesinato.
I. Pérez

A la una del mediodía de este jueves, junto a la puerta principal del colegio Menéndez Pelayo, dos mujeres se fundieron en un abrazo sin mediar palabra. Eran dos madres de estudiantes del centro educativo ubicado en el barrio de La Loma. Estuvieron así, abrazadas, llorando, sin necesidad de dirigirse la palabra, durante un par de minutos. Después se separaron para recibir a sus hijas pequeñas, de apenas 8 años, con una sonrisa. Fue una escena breve, pero muy emotiva, de las muchas que se vivieron este jueves en Castro Urdiales. Una imagen que retrata bien la profunda consternación que ha provocado el asesinato de Silvia López Gayubas, de 48 años, catequista en la parroquia de Castro y celadora del hospital de Cruces, a manos supuestamente de sus dos hijos adoptivos.

Los dos menores de 13 y 15 años, de origen ruso, estudiaban desde hace muchos años en este colegio concertado de carácter religioso, ubicado en una tranquila zona residencial de la localidad cántabra. En la puerta del colegio, había una pregunta que se repetía una y otra vez. ¿Por qué han matado a su madre unos niños "reservados" y "tímidos", con buen expediente académico, que iban todos los domingos a misa y que no habían causado "nunca problemas?".

El asesinato de Silvia López escondía este jueves todavía muchas incógnitas que se irán resolviendo con el paso de los días. Desde la Delegación del Gobierno explicaron que no existían denuncias previas ni había indicios de que existieran problemas de violencia en esta familia. Pero también se fueron conociendo algunos detalles relevantes. Las fuentes consultadas en el entorno de los chicos apuntan que les habían trasladado que su adopción –con apenas 2 y 4 años– "no fue fácil". Su madre era "bastante estricta y exigente" en la educación y en los últimos tiempos los gritos y las discusiones en el hogar eran "bastante frecuentes". A veces por las calificaciones académicas, otras por la "alimentación" y otras "sin motivo aparente", pero siempre de puertas adentro. Los compañeros de los supuestos asesinos apuntan que los chicos "no salían mucho de casa", pero trasladaban que querían empezar a ser "más independientes". De hecho, una última fuerte discusión, según las fuentes consultadas, pudo ser el desencadenante del crimen.

Una mujer atenta y cariñosa

La imagen exterior que proyectaba esta familia era distinta. El párroco de la localidad, Alejandro Castillo, conocía bien a Silvia y a sus hijos. En una conversación con este diario, subraya que jamás hubiese podido imaginar que pudiese suceder algo semejante, aunque admite que lo que pasa dentro de las casas no siempre trasciende. Él estuvo presente en la comunión del pequeño y explica que la víctima llevaba tres años como catequista de la primera comunión y de la confirmación. Era una mujer "normal", "atenta y cariñosa" con los niños, subraya.

El suceso que ha conmocionado a Castro empezó en torno a las 20.30 del miércoles. Poco después, ‘El Correo’ avanzó que una mujer había aparecido muerta dentro de su coche en una urbanización de la calle Monte Cerredo y que sus dos hijos menores estaban desaparecidos.

En ese momento se sospechaba de un posible caso de violencia de género. Una hipótesis que venía alimentada por el hecho de que los menores llamaron a su abuela, que vive cerca de allí pero de raíces bilbaínas, para decirle que les habían "secuestrado". Después, apagaron el teléfono móvil. Fue entonces cuando se dispararon todas las alarmas. La Guardia Civil y la Policía local de Castro se desplazaron hasta la vivienda. En el garaje encontraron el cadáver de Silvia, que había sido trasladado a los asientos traseros del coche desde la vivienda, donde supuestamente se produjo el crimen. La mujer estaba amordazada, con una bolsa cubriéndole la cabeza. Tenía una puñalada en el cuello y signos de haber sido golpeada. El vehículo también presentaba desperfectos en la parte delantera, como consecuencia de un posible impacto contra la pared.

En ese momento el padre estaba trabajando en una fábrica siderúrgica de Álava que se dedica a construir piezas de tren. La Guardia Civil se puso en contacto con los responsables de la empresa para certificar que estaba trabajando. Al hombre, de 48 años, "se le vino el mundo encima" cuando le dieron la noticia.

Búsqueda frenética

Casi al mismo tiempo comenzó una frenética búsqueda por Castro para tratar de localizar a los menores. Se establecieron controles en todas las entradas y salidas de la ciudad, de unos 32.000 habitantes, y se cortaron calles en los dos sentidos. Los agentes buscaban en los maleteros de los coches y en los contenedores de basura.

Los dos chicos finalmente fueron localizados sobre las 2 de la madrugada en los acantilados del parque de Cotolino. Uno de ellos fue detenido allí mismo y el otro trató de escapar corriendo, ocultándose en el bosque. Fue interceptado a los pocos minutos. Los hermanos no confesaron la autoría del crimen a la Guardia Civil.

Los responsables de la investigación sospechan que uno de ellos pudo ser el autor material de la muerte de Silvia, según apuntó la delegada del Gobierno en Cantabria, Eugenia Gómez de Diego. El mayor, de 15 años, está detenido y el pequeño, de 13 años, está en manos de la Fiscalía de Menores y es inimputable por los hechos al ser menor de 14, según el Código Penal. 

La Fiscalía de Menores tomó este jueves declaración al mayor de los hermanos y solicitó al Juzgado de Menores que adopte la medida cautelar de internamiento en régimen cerrado durante seis meses. Es un trámite habitual hasta que sea juzgado.

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