España busca su asiento en las instituciones europeas e internacionales

La candidatura de Calviño al BEI reaviva el debate de si España está infrarrepresentada en las grandes instituciones.

CÁDIZ (ANDALUCÍA), 12/08/2023.-. La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, ha atendido este sábado a los medios de comunicación en la subdelegación del Gobierno en Cádiz, donde ha expresado "el honor" que supone que España la presente como candidata a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y dice que sólo una candidatura con su nombre tenía las "máximas opciones de éxito". EFE/Román Ríos
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital en funciones, Nadia Calviño.
Román Ríos

La nominación de Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos en funciones, a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha reavivado el debate de si España tiene en las instituciones europeas e internacionales el peso que le corresponde. En el pasado, Enrique Barón y Josep Borrell -hoy alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- fueron presidentes del Parlamento Europeo, Juan Antonio Samaranch estuvo al frente del Comité Olímpico Internacional, Federico Mayor fue director general de la Unesco, Javier Solana secretario general de la OTAN, Bernardino de León mediador en Libia y Rodrigo Rato dirigió el FMI antes de caer en desgracia por el caso de las ‘tarjetas black’.

Lo cierto es que entre 2004 y 2018 no hubo ningún nombramiento relevante hasta los de Miguel Ángel Moratinos como alto representante de la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas y Luis de Guindos como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE). «Quizá ese sea uno de los aspectos más destacables: la falta de consistencia. Así como ciertos países como Francia siempre suelen tener a un representante muy relevante a nivel internacional, España tiene perfiles que destacan de vez en cuando, pero no de forma permanente», afirma Delia Toja, consultora senior en Harmon.

La situación de aislamiento internacional de España en el franquismo, cuando se crearon los grandes entes internacionales, explica que hubiera que esperar hasta la llegada de la democracia para ver a un español en la primera línea: Marcelino Oreja, ministro de Exteriores de UCD, marcó un hito como secretario general del Consejo de Europa en 1984.

La política exterior de nuestro país se ha enfocado en Europa. Pero basta con repasar quiénes son los máximos responsables de las principales instituciones de la UE para comprobar que la presencia de españoles al más alto nivel es baja. En el Parlamento europeo, salvo los mandatarios citados, Alemania es el país que más presidentes ha aportado (cuatro de 18). En el Consejo Europeo el primer puesto es para Bélgica con dos de tres, que también ha tenido dos de once dirigentes del Tribunal de Justicia de la UE aunque, eso sí, el español Gil Carlos Rodríguez Iglesias estuvo al frente entre 1994 y 2003. En el Tribunal de Cuentas Europeo -del que Juan Manuel Fabra Vallés fue presidente entre 2000 y 2005 y Eduardo Ruiz García es secretario general desde 2009- Irlanda y Alemania han sido las naciones con más representación. En la Comisión Europea, tres de sus 14 presidentes han sido luxemburgueses, seguidos de Alemania, Italia y Francia con dos miembros. La mitad de los presidentes del BCE hasta la fecha han sido franceses.

Redes de influencia

Camino Mortera, directora de la Oficina en Bruselas del Centro para la Reforma Europea (CER), cree que España está haciendo un buen trabajo en intentar colocar a sus nacionales en puestos influyentes en Europa, mucho más que en épocas anteriores. «El problema es que no acabamos de entender qué significa influir y cómo se tejen las redes de influencia en Bruselas. Tener altos cargos está muy bien pero depende de cuáles sean», explica. Y cita el puesto de alto representante «maravilloso sobre el papel, pero que no sirve a la política exterior española cuyos ejes son Latinoamérica, África del Norte y Sahel y la propia Bruselas. «Para influir, además, hay que saber jugar los símbolos, y sobre todo estar seguros de qué estrategia de país queremos seguir. En ese sentido, España tiene menos peso del que debería en la Unión, también porque tenemos un europeísmo acrítico que nos deberíamos hacer mirar», añade Mortera.

Otro aspecto a tener en cuenta a nivel europeo no son solo los «grandes nombres», sino la presencia en altos puestos de la Administración. Es decir, españoles que tengan el nivel de director general en las distintas instituciones europeas. En toda la Comisión, España tiene tres directores generales, cerca del 8% de los puestos. Es bastante proporcional teniendo en cuenta que España también cuenta con el 8% de los puestos de administradores. De diez directores generales en la secretaría del Consejo de la UE, uno es español. Y en el Parlamento europeo, dos de los catorce director generales son españoles.

«La presencia de españoles en la Administración europea está más o menos donde le toca, ya que hay 27 países y tiene que haber cierto equilibrio en cuanto a la representación de cada uno. Es decir, España tiene una buena base intermedia de representación europea, pero no siempre grandes nombres en grandes puestos mediáticos», agrega Toja.

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