En la sala de crisis del CNI: el búnker de la seguridad nacional

El servicio de espionaje abre por primera vez la estancia donde se gestiona la información sobre graves amenazas.

Comparecencia de la cúpula del CNI y la ministra Robles en la sala de crisis.
Comparecencia de la cúpula del CNI y la ministra Robles en la sala de crisis.
Vocento

Se llama sala CB-28. Es el gran búnker de crisis del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Un espacio circular de unos 400 metros cuadrados y ocho metros de altura, presidido por una cúpula avenerada de color caoba y un anillo blanco. La estancia está plenamente operativa cuando suceden graves crisis que amenazan la seguridad nacional. Los últimos casos fueron la irrupción de la pandemia mundial de coronavirus en marzo de 2020, la entrada de 10.000 inmigrantes a Ceuta en mayo de 2021 o el comienzo de la guerra en Ucrania en febrero de 2022.

Esta moderna sala está ubicada en el sótano de un edificio cilíndrico integrado en el complejo de oficinas del CNI, el organismo situado en la salida 8 de la autovía A-6 en dirección La Coruña, a las afueras de Madrid. En su azotea se encuentra el único helipuerto, que facilita el acceso rápido y directo al "centro de situación" de los máximos responsables del espionaje o de altos cargos gubernamentales.

Por vez primera, el CNI abrió públicamente el pasado lunes las puertas de su sala de crisis a los medios de comunicación (en Estados Unidos, por ejemplo, este hito tuvo lugar en 2017 cuando la televisión NBC accedió al búnker situado en el ala oeste de la Casa Blanca en el sexto aniversario de la muerte de Bin Laden).

La decisión en nuestro país partió del Ministerio de Defensa, de quien dependen los servicios de espionaje. El objetivo era dar mayor transparencia a la actividad del Centro y difundir la llamada "cultura de inteligencia". Todo ello, eso sí, preservando el carácter secreto que por ley rigen todas sus tareas operativas.

A esta estancia se accede por las escaleras o el ascensor de la recepción del edificio más singular de la sede del CNI, ubicado en el lado contrario al aparcamiento, cuyo techado sufrió la virulencia del temporal Filomena y aún está pendiente de reparación. En ese nivel y el inferior se han agrupado en varias vitrinas de cristal elementos utilizados por las unidades operativas desde los años noventa del pasado siglo, antes incluso de la transición del CESID al CNI en 2002.

En este particular museo de la División de Seguridad, creado en 2015 y de acceso restringido, se exponen bolígrafos, relojes, zapatos o hasta una botella espía utilizados en operaciones; un vetusto móvil Nokia que sirvió para liberar a cooperantes secuestrados en África; una banderola del Daesh y otros emblemas de grupos terroristas; armas de diferente calibre y época; cámaras del tamaño de un paquete de tabaco, equipos de comunicación o un máquina para cifrar datos. "Son vestigios del pasado, sí, pero también la memoria viva de nuestro trabajo", explica un agente.

El corazón del Centro

Al finalizar esta exposición permanente se divisa una imponente puerta blindada revestida de madera, flanqueada por una funcionaria del CNI que se ocupa de controlar su apertura con un juego de llave de metal. Esta puerta da acceso a la sala de crisis: un centro de situación que se usa para monitorizar y tratar las amenazas tanto nacionales como internacionales y para dirigir comunicaciones seguras con los agentes de campo.

Presidiendo este espacio circular se encuentra una larga mesa ovalada donde se sienta la cúpula del organismo, formado por 3.000 hombres y mujeres, la mayoría (un 76%) de procedencia civil y con 47 años de edad media. Cada jefe o jefa de división tiene un sitio en este puesto central, del que sobresalen como tentáculos 14 hileras de mesas largas con ordenadores HP interconectados y sillas ergonómicas Humanscale. En su conjunto habrá un centenar de equipos.

El reparto del espacio no es baladí, ya que cada lugar pertenece a una división del CNI. "Cuando la sala está plenamente operativa todos las unidades están representadas. Su finalidad es poner en común los análisis de inteligencia que permitan prevenir, evitar o informar al Gobierno de cualquier peligro o agresión contra la integridad territorial, los intereses soberanos o el Estado de Derecho", explica la directora Esperanza Casteleiro, que el 10 de mayo cumple un año en el cargo tras la destitución de Paz Esteban por la crisis de Pegasus: el programa israelí que supuestamente se usó para espiar a cargos públicos y activistas del independentismo catalán con autorización del juez de garantías del Tribunal Supremo.

A la derecha de la entrada a la gran sala, con vista panorámica para todos los agentes, se eleva una gran panel formado por 24 pantallas de plasma que están unidas. Permite conexiones simultáneas con algunas de las 22 delegaciones que dispone el CNI en España y otras 22 en el extranjero, y proyecta con buena definición documentos y vídeos.

Entre la entrada y el panel de pantallas se ubican cinco puertas con pequeños cristales que dan entrada a compartimentos individuales para realizar "llamadas de seguridad". Y en el lado opuesto, bien visible, luce una tira digital que registra ocho husos horarios de centros de poder y países estratégicos: Washington, Burkina Faso, Trípoli (Libia), Ucrania, Moscú (Rusia), Bagdad (Irak), Pekín y Zulú (forma de designar la hora del Meridiano de Greenwich en navegación aérea).

Detrás de la mesa central emerge una escalera metálica con 28 peldaños, que asciende empinada hasta la "sala de calderas". Sus técnicos ofrecen apoyo informático y disponen de una vista perimetral del corazón de la "catedral de la inteligencia", como define la directora del CNI a su sede.

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