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Manual para sacar al feminismo de quicio

Así ha discurrido la protesta estudiantil del 8-M por el centro de Zaragoza
Protesta estudiantil del 8-M por el centro de Zaragoza
Francisco Jiménez

La diputada de Vox Rocío de Meer argumentaba esta semana que ella no es machista porque "le rezo a una mujer", y esgrimía como argumento una medalla de la Virgen. En el otro extremo del espectro morado, donde el color es tan intenso que se confunde, la inefable Pam, secretaria de Estado de Igualdad, exclamaba: "¡Es escandaloso que las jóvenes prefieran la penetración!".

Dudo que el grueso de la población femenina se pueda sentir identificada ni con una ni con otra. La primera porque es de las que confunde el culo con las témporas. La segunda, porque parece que la ideología le ha extinguido las nociones más básicas de biología.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, la señora Ayuso, proclamaba que ella quería ser presidenta pero no quiere "pescar, ni picar en la mina", eso que lo hagan hombres. Mientras la ministra de Igualdad, Irene Montero, ataviada de riguroso morado, cuestionaba a un grupo de jóvenes por no aceptar que "las mujeres con pene sean mujeres". Son solo unas pinceladas de lo que hemos escuchado esta semana.

Convertir la lucha por la igualdad en un circo es un error. Y reducir el feminismo a una cuestión de sexualidad, también. Estas y otras disputas debilitaron algunas marchas. La resaca tras este 8M incide sin duda en la fuerza de las mujeres cuando reclaman sus derechos, pero también en un guirigay de fondo que lastra más que ayuda. Lo mejor de este movimiento siempre ha sido la unidad. Y sobran los motivos para remar en una misma dirección.

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