Diputados aragoneses en un Congreso ingobernable con ecos electorales

Los representantes de la Comunidad en la Cámara Baja apelan a la cultura del pacto de la Comunidad para rebajar una escalada de tensión que consideran fruto de la táctica política.

La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, muy cuestionada por su gestión de los debates
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, muy cuestionada por su gestión de los debates
Efe

Periodo de ceños fruncidos en el Congreso. La escalada de tensión en un hemiciclo fragmentado ha llevado la dialéctica de los oradores a sus cotas más agresivas. Las descalificaciones y las referencias a la vida personal de los diputados han dejado a un lado la deliberación política y han reabierto debates tan viejos como el de la libertad de expresión o el respeto al contrincante en la casa de la soberanía popular. En medio de esta creciente crispación, los representantes aragoneses anhelan la capacidad de llegar a acuerdos que impera en la Comunidad, e instan a retomar la senda del diálogo aunque, reconocen, con escasas esperanzas.

La salida de tono de la concejal de Cs en Zaragoza, Carmen Herrarte, que acusó a la ministra de Igualdad, Irene Montero, de haber alcanzado tal cargo por ser "fecundada por el macho alfa" fue solo el prefacio de dos semanas de dialéctica agresiva en la Cámara Baja. Cuando la diputada de Vox Carla Toscano le copió el discurso -"Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias", le espetó- el Congreso se revolvió contra un ataque personal y arropó a la podemita. Pero pocos días después la víctima se convirtió en agresora al acusar al PP de "promover la cultura de la violación".

Entre medias, cruces de acusaciones por "fascistas", "filoetarras" o "malversadores" llevaron a la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, a tomar cartas en el asunto y declarar proscritas del hemiciclo algunas de esas expresiones. La socialista, muy cuestionada, reclamó a los diputados de uno y otro signo que no suban a la tribuna a "herir y ofender" sino a "defender" sus posiciones políticas. No tuvo éxito.

"Crispación siempre ha habido, en mayor o menor medida, pero en los últimos días se ha ido más allá", reconoce la diputada por Zaragoza del PSOE Susana Sumelzo. Coincide con la mayoría de los compañeros de hemiciclo en que en buena medida responde a una "táctica" porque "así sus discursos tienen más repercusión".

Es una idea compartida en los pasillos del Congreso. Bajo la premisa de que cuanto más lleno está el bar, más hay que gritar al camarero, la actual legislatura, fragmentada y polarizada, se ha caracterizado por los excesos verbales. Y que ahora se haya tensado la cuerda no solo tiene que ver con debates espinosos como el de la ley del ‘Solo sí e sí’ o el de la reforma de la sedición, sino también con la cercanía de las elecciones y las encuestas.

"Hay una tensión muy propiciada por dos grupos políticos situados en los extremos, Vox y Podemos, convencidos de que así ganan votantes, pero quien pierde es el país y el sistema", reflexiona Eloy Suárez, diputado del PP por Zaragoza. A su juicio, la democracia en España "pivota desde el 78 en el consenso de mínimos" pero ese principio, defiende, "se ha dinamitado por los socios elegidos por Sánchez". Por ello, apela a "volver a los puntos de equilibrio que tantos buenos resultados han dado".

Las dos formaciones más alejadas del centro ideológico están en el punto de mira de la escalada de tensión, pero es la extrema derecha especialmente la que concentra el foco de las críticas en la carrera de San Jerónimo. "Esta crispación tiene mucho que ver con la entrada de Vox en los parlamentos", apunta el portavoz de Teruel Existe, Tomás Guitarte. "Ellos necesitan tensar la vida política porque nacen de esa confrontación ideológica radicalizada. Creo que es un error", comenta.

"La derecha y la ultraderecha aplican una estrategia política continuada en el tiempo de violencia política para deshumanizar y destruir al adversario", critica el portavoz de Podemos, Pablo Echenique. "Confundir" los «graves» ataques personales a Montero con "el hecho de que algún diputado, un día, diga una palabra más alta que la otra, no solamente denota cierta indigencia intelectual sino que además es muy peligroso", advierte.

Desde Vox, por su parte, se remiten a las declaraciones de su portavoz, Iván Espinosa, que esta semana acusaba al PSOE de

Reflejo de la sociedad

"Lo hemos vivido con tristeza, confieso que he sentido cierta vergüenza", dice abiertamente la diputada de Cs Sara Giménez. "La ciudadanía tiene que ver buenas formas en el hemiciclo porque nos debemos a ellos", apunta abriendo el melón de la imagen proyectada por los políticos.

"El Congreso es un reflejo de la sociedad pero somos los primeros que debemos predicar con el ejemplo y autoimponernos determinadas conductas", defiende Suárez. "En parte puede que seamos un reflejo de la sociedad -cree Guitarte-, pero en realidad es el Parlamento el que da unas pautas sociales de comportamiento que son imitadas, por eso es peligroso transmitir esas imágenes de enfrentamiento", advierte.

Mientras, los grupos debaten sobre dónde poner los límites. Todos salvo Vox coinciden en evitar las apelaciones a la vida personal, pero la frontera sobre qué términos suponen una descalificación reprobable o una definición política ya es más difusa. Y además, dejar fuera del vocabulario determinados exabruptos podría dejar a más de uno sin discurso.

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