40 años de España en la OTAN: historia de una pirueta

El referéndum de 1986 y la llegada de Javier Solana a la secretaría general de la Alianza Atlántica simbolizan un vínculo que permitió al país abrirse al mundo.

El secretario general de la OTAN, Javier Solana, en 1998, durante una misión en Bosnia.
El secretario general de la OTAN, Javier Solana, en 1998, durante una misión en Bosnia.
Vocento

El 5 de diciembre de 1995 Javier Solana, un alto cargo del PSOE que había escrito en enero de 1982 un artículo titulado ‘50 razones para decir no a la OTAN’, tomó posesión como secretario general de la organización que años antes había vilipendiado. Se completaba así una de las piruetas políticas más notable y pragmática en la historia de España, la del Partido Socialista. Un PSOE que en 1982 proclamaba ‘OTAN, no, bases fuera’, en 1986, ya en el Gobierno, pedía el ‘sí’ en el referéndum sobre la permanencia y en la década de los 90 aparecía como el máximo defensor de la Alianza Atlántica.

La cumbre de Madrid que comienza mañana celebra los 40 años del ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El 30 de mayo de 1982, España fue aceptada como el miembro número 16 de la organización, un objetivo del entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, y quizá su legado más duradero. El país todavía se recuperaba del impacto del 23-F y la entrada en un organismo internacional como la OTAN simbolizaba la voluntad por mirar hacia afuera en lugar de hacerlo tanto hacia dentro; un interior aún socavado por el ‘ruido de sables’. «Ingresar en la OTAN supuso para España que las Fuerzas Armadas tuvieran un papel que no fuera el de defendernos de nosotros mismos, porque hasta entonces el peligro se percibía dentro», reconoce ahora Felipe González en un artículo publicado por el Real Instituto Elcano.

Felipe González, en 1981, contra la entrada de España en la OTAN.
Felipe González, en 1981, contra la entrada de España en la OTAN.
Vocento

En una evaluación riesgo-beneficio, la pertenencia a la OTAN se inclinaba más a lo segundo que a lo primero. Por ejemplo, servía para ordenar el vínculo con EE UU, «pasando de una relación bilateral excesivamente dependiente y asimétrica a una relación transatlántica mucho más omnicomprensiva», recuerda González. Además, «lo que hicimos», continúa el expresidente, «fue dar una dimensión internacional a nuestra geoestrategia, donde el papel de las Fuerzas Armadas era obviamente clave». «También cambió la perspectiva de los militares sobre el mundo, cambiaron incluso más profundamente que la sociedad española», subraya.

Pero sobre todo, la pertenencia a la OTAN abría a España las puertas de la Comunidad Económica Europea, el anhelo de toda una generación. Helmut Kohl se lo dejó muy claro a González en su primer viaje a Bonn: «No se te ocurra irte de la OTAN porque eso complicaría al extremo las negociaciones con la Comunidad Europea». Las palabras del poderoso canciller alemán aplacaron los impulsos antimilitaristas de González, que ya en 1984, en el Debate sobre el Estado de la Nación, afirmó su voluntad de permanecer en la organización, aunque después de que los españoles lo aprobaran en referéndum.

La consulta, que se celebró el 12 de marzo de 1986, hizo extraños compañeros de cama: el Partido Comunista de Gerardo Iglesias se posicionó en el ‘no’ y la Alianza Popular de Manuel Fraga reclamó la abstención. La enredadora pregunta, ‘¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?’ (nadie sabía cuáles eran los términos acordados por el Gobierno de la Nación), tampoco ayudó a un debate profundo y sosegado. Pero el resultado avaló la postura socialista.

El triunfo del ‘sí’ (56,85% de los votos) significó un cambio de época para España respecto a la OTAN, completado casi una década después con la llegada de Javier Solana a la secretaría general de la organización. Los Balcanes, Libia, el 11-S, Afganistán, Turquía o Letonia son algunos de los escenarios en los que, bajo el paraguas de la Alianza, han actuado los soldados españoles. «La OTAN permitió que España entrara en la geoestrategia global», resume Felipe González, aunque en el horizonte asoman nuevos retos, como la necesidad de aumentar la aportación económica a los presupuestos de Defensa o la situación de Ceuta y Melilla, flanco sur de la entente atlántica. 

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