García-Margallo, sobre el giro con el Sáhara: "Es la decisión de un autócrata y nos retrotrae al franquismo"

El eurodiputado popular se muestra muy crítico con la decisión del Gobierno y está seguro de que Marruecos no va a renunciar nunca a reivindicar Ceuta y Melilla.

El exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo.
El exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo.
Heraldo

El exministro de Asuntos Exteriores (2011-2016) José Manuel García-Margallo mantiene un contacto estrecho con el próximo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con quien departe a diario sobre el agitado tablero internacional. Margallo dice militar en el mismo "extremo centro" que lo hace el presidente gallego. Con una vida a caballo entre Madrid y Bruselas, donde ejerce sus labores como eurodiputado, su reconocido prestigio en materia internacional hace que su opinión sea una de las más solicitadas estos días.

"Nadie en Marruecos va a renunciar nunca a reivindicar Ceuta y Melilla", asegura el exministro en una entrevista con '20 Minutos', que considera un tremendo error por parte del Gobierno de Pedro Sánchez el reconocimiento del Sáhara como región autónoma marroquí. Que Ucrania se vaya a convertir en el Vietnam de Vladimir Putin le parece un ejemplo malo, aunque sí percibe que la guerrilla urbana que se generará en caso de victoria rusa podría propiciar un cambio de régimen. "Lo normal es que un partido tenga juventudes, lo anormal es que unas juventudes tengan un partido", resume del PP que diseñó Pablo Casado.

¿Cómo valora usted la decisión del Gobierno español de apoyar el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental?

Esto supone un cambio radical de la política española desde 1975. No es un cambio menor. Opta claramente por la soberanía de Marruecos, desechando la otra alternativa, que es la independencia del Sáhara, recogida en la Resolución 1514 de Naciones Unidas, cosa que no había hecho nunca ningún Gobierno de España. Esta decisión la toma el presidente del Gobierno sin debate en el Consejo de Ministros y sin debate en el Consejo de Política Exterior creado por la Ley de Acción Exterior. Es decir, es la decisión de un autócrata y nos retrotrae al franquismo, a los tiempos en que quien ejercía la máxima autoridad política era responsable solo ante Dios y ante la Historia, cosa que afortunadamente cambiamos en la Constitución.

Se apoya en falsedades importantes. Rodríguez Zapatero, que ha acudido en auxilio de su pupilo, dice que ese cambio se adoptó en 2007, siendo él presidente del Gobierno, y que fue sostenido por los gobiernos posteriores, entre ellos el gobierno del que yo formaba parte como ministro de Asuntos Exteriores. Es radicalmente falso. Si se mira la estrategia que yo redacté se dice una solución justa, duradera y mutuamente aceptable, que reconozca la libre determinación del pueblo saharaui en el marco de Naciones Unidas. La que presentó González Laya es más ligera, más light, pero habla del respeto a las resoluciones de Naciones Unidas.

Además, no se ha informado a priori al representante personal del secretario general de Naciones Unidas, al que se hace una visita cuando ya estaba todo el pescado vendido. No se ha informado a los socios y aliados de España, es más, se ha dicho que la Comisión avalaba esta decisión: rigurosamente falso. El ministro de Exteriores hace serias economías con la verdad. Dice al principio que ha informado Argelia, es desmentido por Argelia y tiene que reconocer que no ha informado a Argelia cuando dice que las relaciones son bilaterales. Eso en mi pueblo se llama mentir. Dice luego que cualquier día es bueno para reafirmar la integridad territorial de España. Coincido, lo que pasa es que aquí no se habla absolutamente nada de eso. En la carta del presidente Sánchez, a la que hemos tenido conocimientos gracias a la buena voluntad de la corte de Rabat, se habla del problema migratorio, no se habla de integridad territorial. ¿Por qué? Porque nadie en Marruecos va a renunciar nunca a reivindicar Ceuta y Melilla.

Probablemente, Pedro Sánchez, cuyas decisiones no pasan nunca de las 24 horas, haya decidido que este es un buen gesto para evitar otra apertura del telediario con saltos a la valla. Esa es mi tesis.

Los próximos 29 y 30 de junio se celebrará en Madrid la cumbre de la OTAN. Nace aquí una pregunta obligada: ¿debería España pedir que se aplique para Ceuta y Melilla el artículo 5 del tratado de la Alianza?

La respuesta es sí. España está en unas condiciones que no estaba cuando pidió la adhesión a la OTAN, que me lo pidió Leopoldo Calvo Sotelo. España ya ha demostrado que es un socio leal con todos los miembros de la Alianza Atlántica y desde hace mucho tiempo está colaborando activamente en calmar las inquietudes de los países vecinos de Rusia. Hemos tenido ahí aviones, soldados de tierra y hemos mandado dos barcos ahora. Me parece justo que, si nosotros contribuimos a calmar las inquietudes de nuestros socios de la frontera este de la Unión Europea, toda la Alianza Atlántica respalde nuestras inquietudes en la frontera sur, en concreto en Ceuta y Melilla.

Mucho más cuando la frontera sur va a cobrar una importancia que no había tenido nunca antes. Parece obvio que, si queremos tener margen político de maniobra con Rusia, hay que disminuir su dependencia energética. Para eso hay que buscar fuentes alternativas y las fuentes alternativas están en Argelia. España puede convertirse en una plataforma de exportación y tránsito que puede sustituir hasta el 40% del gas que viene de Rusia. Tenemos dos gaseoductos y tenemos seis estaciones de regasificación, que podrían suplir el 40% de todo lo que viene de Rusia.

Tenemos en la frontera sur a Marruecos y Argelia, dos países con los que debemos tener una relación estable. Argelia es una democracia, no es una teocracia absolutista, no supone una amenaza para España y es un aliado en cuanto a suministros naturales. ¿Debería ser Argelia un socio natural de España?

Eso es realpolitik. Argelia tiene un régimen en el que hay distintos partidos políticos, hay elecciones y no creo que tenga muchas diferencias sustanciales con otros países de África del Norte con los que también mantenemos relaciones. Pero, sobre todo, el problema aquí es que cuando, primero, el ministro dice que ha informado a Argelia, cuando Argelia lo desmiente reconoce que no ha informado. La ministra Ribera dice que esto no va a alterar las relaciones con Argelia, que no va a tener en consecuencias ni en el suministro ni en el precio del gas: lo dudo. Yo creo que fue en noviembre cuando Argelia suspendió el tránsito por el gaseoducto que atraviesa Marruecos hasta Tarifa. Hay dos, uno que va por Almería y otro por Marruecos hasta Tarifa. Lo suspendió sin que el Gobierno español fuese de exigir al Gobierno de Argelia que lo mantuviese abierto.

Reino Unido ya se replantea el uso del 'fracking' para reducir su dependencia energética. De usar este método, vetado por ley en España, se dice que tendríamos gas para los próximos 40 años.

La política energética de este Gobierno, como todas las políticas de este Gobierno, es una política muy ideológica. La energía va a ser un factor clave en los próximos años. El consumo de energía va a aumentar un 1,7% anual, según uno de los más importantes think tanks europeos, como consecuencia del aumento de la población del mundo y del aumento de la renta de los habitantes del planeta.

Aquí se han cometido errores importantes. La decisión de cerrar las centrales nucleares creo que es un enorme error de Merkel, como se está viendo ahora. Alemania está diciendo de recurrir al carbón, que es mucho más contaminante, y España siguió en esta línea. Y ahora, cuando la Comisión quiere que el gas y la energía nuclear se consideren energías limpias, seguimos oponiéndonos al tema. Todos estamos concienciados con el cambio climático, pero lo más inteligente es que la transición energética suponga el menor coste posible. Si el gas y la nuclear pueden ayudar a esa transición manteniendo los objetivos ecológicos y abaratando el coste de la transición en un país tan dependiente de la energía como el nuestro, me parece razonable que esa solución se hiciese.

Exactamente lo contrario de lo que está haciendo Teresa Ribera, por cierto, que hasta antes de ayer se oponía también a las conexiones con Francia, y el problema es que España es una isla energética. Si se terminase la conexión con Cataluña, toda esa capacidad que tenemos de suministrar gas con los dos gaseoductos y con las estaciones de regasificación nos permitiría dejar de ser una isla energética. Nos convertiríamos en un exportador de energía por primera vez en la Historia.

Cambiando radicalmente de tercio. ¿Se habla con demasiada ligereza de una Tercera Guerra Mundial? Porque es un sintagma que hemos escuchado hasta en palabras del presidente de Estados Unidos.

Yo creo que esa hipótesis, salvo que alguien cometa un error, se está intentando evitar por todos los medios. La Alianza Atlántica no va a pelear en suelo ucraniano ni va a decretar una exclusión aérea. No porque no pueda, que puede, sino para evitar la guerra mundial. La Alianza Atlántica no pone tropas sobre el terreno en Ucrania, ni hace una exclusión aérea, porque Ucrania no esta en la Alianza. Pero lo que dice el artículo 5 de la Alianza es que cuando sea atacado un miembro de la Alianza, la agresión se entenderá a todos miembros de la Alianza. Con Ucrania este artículo no sería aplicable, es decir, no impone la obligación de actuar. Pero no prohíbe actuar. De hecho, la Alianza ha actuado fuera de zona, entre otros, en la guerra de Bosnia en 1992. Si no se ha hecho es, precisamente, para evitar el riesgo de una guerra mundial.

La presencia de la OTAN cada vez más cerca de la frontera rusa ha crispado mucho al Kremlin. Putin ha sentido como una suerte de humillación por ello.

Esa ha sido la reivindicación rusa de todos los tiempos, es decir, la política expansionista de Pedro El Grande y Catalina La Grande estaba inspirada en el deseo de tener a sus adversarios occidentales lo más lejos de sus fronteras. Eso lo consigue la Unión Soviética con el Pacto de Varsovia, y cuando cae el Pacto de Varsovia lo que se encuentra es que los países que forman parte de Varsovia, y por tanto eran el cordón que se interponía entre Rusia y la Alianza, pasan a formar parte de la Alianza. Si las tropas occidentales con el Pacto de Varsovia estaban a 1600 km de San Petersburgo, entonces Leningrado, hoy están a 160. Y ese es el motivo central que ha esgrimido Putin para invadir Ucrania. Zelenski ya ha dicho que está dispuesto a contemplar la neutralidad de Ucrania, es decir, que Ucrania se compromete a no solicitar la adhesión.

Se ha escrito en más de un sitio que Ucrania puede ser el Vietnam de Putin. ¿Cabe la posibilidad de que se cumpla tal paralelismo? Sabemos, además, que los rusos históricamente no han tragado muy bien con los perdedores.

Yo creo que el ejemplo es muy malo. Vietnam es un terreno absolutamente favorable a una guerrilla. Ucrania es una llanura como la palma de la mano. Tampoco es Afganistán, donde se provoca la caída de Gorbachov, que está lleno de montañas. Lo que sí creo es que Putin puede ganar la guerra, pero puede que tenga una posguerra muy difícil, porque tendría una resistencia sobre todo urbana. Eso requiere un ejército de ocupación. Putin necesitaría mantener sobre el terreno cerca de 1.200.000 soldados de forma permanente.

Yo creo que eso es muy complicado. La guerrilla urbana es muy difícil de combatir, se producirían muchas bajas rusas y eso, unido al efecto de las sanciones, podría provocar un cambio de régimen en Rusia. Los cambios de régimen en Rusia siempre se han producido como consecuencia de acciones militares. En 1905, la guerra rusojaponesa obliga a Nicolás II a establecer un régimen parlamentario muy a su pesar, porque tenía el mismo amor al parlamentarismo que tiene Sánchez. En 1917, los reveses en el frente occidental del ejército ruso que trae la Revolución, primero la de Kerenski y luego la de los bolcheviques. Y Afganistán, como he dicho antes, contribuye a la caída de la Unión Soviética. Eso y que no pudieron seguir el esfuerzo militar al que los había sometido Reagan en la Guerra de las Galaxias. Aquí se encontraría usted con dificultades militares en el terreno, con dificultades económicas para mantener esa guerra cuando la economía rusa cuyo PIB está entre Italia y España, no está para grandes alegrías.

El pacto del PP con Vox en Castilla y León levantó ampollas entre sus socios europeos...

Yo creo que se ha contado un relato interesado. El día 1 y 2 de abril va a estar en Sevilla la plana mayor del Partido Popular Europeo arropando a Núñez Feijóo. Desde luego, se exigió absolutamente que se respeten las líneas rojas de lo que es nuestro ideario: el compromiso con los derechos y libertades, con la igualdad de género, la lucha contra la violencia de género, el europeísmo y el respeto a las autonomías. Principios contrarios a los que sostiene Vox. Nosotros no podemos ni queremos ceder ante ninguno de estos temas, pero yo he visto el pacto que se ha hecho en Castilla León y no parece que sea que sea un delito de lesa humanidad.

Según me dicen, en Castilla y León ni se ha restablecido la Inquisición, ni parece que se estén persiguiendo colectivos que no son del agrado Vox, ni parece que los que sean contrarios al Partido Popular hayan sido detenidos o investigados. No parece que se haya hundido el mundo.

Esteban González Pons, compañero suyo en Bruselas, dijo que Vox es un partido de extrema derecha. ¿Lo considera así usted también?

Que está a la derecha de la derecha es una evidencia. En el Parlamento Europeo, verá usted los escaños donde se sientan y los compañeros de viaje que tienen. Había alguien que decía que no era tiempo de solemnizar lo obvio.

Ellos intentan rehuir de esa etiqueta.

Pues no me parece, cuando hacen un aquelarre en Madrid al que va Morawiecki, al que va Orban, al que va Orden y Justicia de Polonia y va Marine Le Pen, pues no parece que estén muy incómodos.

Donald Tusk, el todavía presidente del Partido Popular Europeo, tachó de capitulación el acuerdo y mostró su deseo de que no se trate de una tendencia, pero no parece así.

Manfred Weber, que va a ser el próximo presidente y hay que estar siempre en el futuro y no en el pasado, ha dicho que Sánchez no está en condiciones de dar lecciones a nadie, con todo lo pactado con los comunistas, con los populistas y con los separatistas. Nadie que esté cercano al Gobierno de Pedro Sánchez -que eso sí que ha sido un experimento extraño en Europa, no ha habido comunistas nunca salvo en un gobierno de Mitterrand y en un gobierno de Jospin-, que ha pactado con los bilduetarras y con el separatismo, nos puede pedir una pureza de sangre.

Que Sánchez se escandalice por una alianza con Vox, con un pacto cerrado en que se respetan todos nuestros principios, cuando él tiene la compañía y el apoyo parlamentario que tiene, es como si el Papa Borgia se escandalizara de que hubiese pecados contra la castidad.

¿Qué espera del próximo PP de Alberto Núñez Feijóo?

Lo que ya está demostrando. Primero, ha traído la paz interna al partido. En segundo lugar, presenta su propio aval, el de un señor que ha tenido cuatro mayorías absolutas y que ha mantenido a raya a Vox y Ciudadanos en Galicia. Pertenece a esa corriente dentro del Partido Popular, todos los grandes partidos tienen corrientes, con la que yo me identifico. Es autonomista, es europeísta, cree en la libertad y en la unidad de España. Es decir, forma parte de esa corriente de extremo centro con la que yo me identifico.

¿Espera una llamada suya?

No tengo que esperarla porque hablo con él todos los días.

¿Lo veremos por aquí pronto?

No creo. Yo estoy en Bruselas haciendo un trabajo que me parece apasionante, pero no le quepa la menor duda de que Alberto Núñez Feijóo me tendrá a su disposición para todo lo que quiera, como he estado siempre al servicio de todos los presidentes del Partido Popular. Mira, tú no dejas nunca la política, la política te deja a ti. Eso lo llevas en la sangre y a mí me sigue interesando enormemente.

¿Qué balance hace del paso de Pablo Casado al frente del PP?

Fue un periodo muy excepcional. Pablo Casado es presidente casi por una carambola del destino, por el enfrentamiento entre Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz Santamaría. Otra cosa es lo que ha pasado después. Lo normal es que un partido tenga juventudes; lo anormal es que unas juventudes tengan un partido.

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