Director de HERALDO DE ARAGÓN

El delincuente más buscado

Luis Roldán, en el momento de su captura.
Luis Roldán, en el momento de su captura.
EFE

Era la época en la que, en palabras del exministro de Economía Carlos Solchaga, España era el país europeo donde más fácil era hacerse rico. Tamaña barbaridad, disparatada en el fondo y en la forma, y que hoy sería imposible de contextualizar, convivió con los años más sangrientos de ETA y con un momento político donde la magia de la Transición dejaba paso al hedor de las cloacas del Estado. Olía a podrido y a corrupción, con la que el poder había tejido una indisimulada convivencia y que terminó por desbordarse para escándalo y vergüenza de un gobierno que había llegado a la Moncloa impulsado para la ilusión de un país que creyó en el eslogan del cambio.

Esa era la España de Luis Roldán, que de pícaro pasó a delincuente, el más buscado, para terminar fotografiado en calzoncillos en ‘Interviú’, confirmando que el exespía Paesa era parte de una trama chusca y vergonzante que mostró la aterradora fragilidad de un gobierno que se recuerda en blanco y negro. Roldán representó la corrupción sin límites, sin freno ante un apetito imposible de saciar que de tan desordenado y soberbio terminó creyéndose impune.

Fallece el gran icono de la corrupción en España y creemos que con él se da carpetazo a una etapa política que debe rescatarse de las hemerotecas. No es así. Hubo muchos más ‘roldanes’, todos multiplicados por la codicia y por la oportunidad de perpetrar un robo que su acceso al poder puso a su alcance.

La triste radiografía de la vida política nacional solo se puede leer completa, sin saltarse ningún párrafo, cuando aceptamos que Roldán, pese a ser el primero, no fue el único, y que, sin discípulos reconocidos, tuvo tristes imitadores que se creyeron más listos que nadie imaginándose disfrutando el dinero de todos. Esa debe ser la embriaguez que deja la corrupción.

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