Política

Casado surfea los estragos de la reforma laboral en el agónico test electoral del 13-F

Iglesias toma el protagonismo frente a Yolanda Díaz y ajusta cuentas con Sánchez por su "geometría variable".

Pablo Casado en un mitin a Palencia
Pablo Casado en un mitin en Palencia.
Almudena Álvarez

Los ecos de la esperpéntica situación vivida el jueves pasado en el Congreso, cuando el Gobierno logró salvar por los pelos su reforma laboral gracias al error en el voto telemático del principal colaborador de Teodoro García Egea, el extremeño Alberto Casero, resonaron este domingo en los actos centrales de la campaña de Castilla y León. En el de Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero con el candidato socialista, Luis Tudanca; en el de Pablo Iglesias con el aspirante de Unidas Podemos, y, singularmente, en el Pablo Casado con Alfonso Fernández Mañueco, el que más alterado ha visto su guion electoral.

Los sondeos que manejan los populares indican, en coincidencia con algunos de los publicados por empresas privadas, que para el presidente castellanoleonés va a ser muy complicado repetir la hazaña de Isabel Díaz Ayuso en 2021 y que su intento de librarse, con una adelanto electoral, de Ciudadanos puede verse saldado con la dependencia de otro socio aún menos cómodo para la gobernabilidad, Vox. La precampaña que empezó con enormes bríos, gracias en buena medida a la polémica de las macrogranjas, se ha convertido en una empinada cuesta arriba.

En el PP nadie duda de que el episodio del jueves no ayuda, precisamente, a seducir al electorado que se mueve en un terreno fronterizo con los de Santiago Abascal. Por eso, el propio Pablo Casado, que siempre ha entendido la cita electoral del domingo como una oportunidad de apuntalar la sensación de cambio de ciclo en el ámbito nacional. se desgañitó en Palencia tratando de surfear los estragos causados por el patinazo. "Lo de esta semana es un fracaso para Sánchez; no es que la votación le haya dado más vida", reivindicó incluso.

En un tono durísimo, cargado de epítetos contra el presidente del Gobierno y contra Zapatero, que habían actuado minutos antes en un mitin en León, el líder del PP acusó a los socialistas de haber llegado a la mayor "depravación institucional" e insistió en que llevará a los tribunales a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, por "prevaricación" si no reconsidera la decisión dar por buena la convalidación de la reforma laboral tras haber impedido que Casero rectificara su voto sin reunir a la Mesa.

A los populares ya les trastocó la campaña el hecho de que, esta vez, Sánchez mirara a Ciudadanos y no a los secesionisas de ERC y EH-Bildu o al PNV para sacar adelante el real decreto ley, aunque fuera más por necesidad que por virtud. Esa mayoría ayudaba a mitigar el alcance de sus acusaciones de radicalismo. Pero Casado utilizó tanto la ruptura del bloque de la investidura como el intento fallido del PSOE de construir una alternativa para atacar al presidente.

De un lado, achacó la actitud de ERC o Bildu con la reforma laboral a que Sánchez es "un tramposo y mentiroso que engaña a todo el mundo". De otro, aludió, sin mencionarlos, a los dos diputados de UPN que desobedecieron las instrucciones del presidente de su partido y votaron contra el texto, para subrayar que los socialistas "están condenados a unos pactos con radicales que la mayoría sensata rechaza".

Voto útil

"Los españoles ya saben que es indivisible de sus socios, que no hay futuro de verdad o dignidad democrática con Sánchez. Por eso -añadió dejando al descubierto sus anhelos-, las elecciones del 13-F son también una ocasión para ir desenmascarándole". Con ese argumento, hizo una llamada al voto útil de la derecha y avisó de que votar a Vox o a Cs es fortalecer al PSOE porque la división puede llevar a que sean fuerzas "cantonalistas" o Podemos quienes se lleven el último escaño en muchas provincias.

Frente a esas andanadas, Zapatero y Sánchez mostraron su perfil más moderado. El primero argumentó que, al contrario que el PP, siempre que en España ha habido "cosas serias" y el PSOE estaba en la oposición, demostró sentido de Estado, como con el pacto antiterrorista de 2000 o la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Y el segundo afeó a Casado su oposición a una reforma pactada con sindicatos y empresarios que, alegó, ya ha dejado sentir sus efectos con una reducción de la temporalidad en la contratación de enero. "Eso es lo que no quería que saliera el PP incluso utilizando tránsfugas", añadió, alentando la idea no probada de que los populares 'compraron' a los diputados navarros díscolos.

Más allá del cruce entre los dos grandes partidos, sin embargo, la campaña de Castilla y León permitió asistir este domingo a otro ajuste de cuentas relacionado con la aprobación de la nueva normativa laboral pero, esta vez, en la izquierda. Pablo Iglesias, que asumió el protagonismo del acto central de la campaña de Unidas Podemos en una semana en la que su sucesora en el Ejecutivo, Yolanda Díaz, ha salido trasquilada, cargó contra la "geometría variable" ensayada por Sánchez con Cs y que él, mientras fue vicepresidente, siempre bloqueó. "Teme a los griegos incluso cuando vienen con regalos", dijo parafraseando a Virgilio. "Geometría variable, significa pactar con la derecha y aceptar -recriminó- caballos de Troya".

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