Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

La banalización del fracaso

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias al inicio de su reunión este martes.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias al inicio de su reunión este martes.
Efe

Las elecciones se celebraron en abril. El tiempo corre. Los pactos no llegan. Nadie asume la culpa. Pero sí habrá culpables si los españoles somos convocados a unas elecciones generales por cuarta vez en cuatro años.

Los hechos son que Sánchez no se fía de Iglesias ni de los independentistas. Rivera no soporta a Sánchez. Casado no cree en una gran alianza como la de Alemania. Iglesias quiere sentarse en el consejo de ministros. Y Santiago (Abascal) y cierra España. En consecuencia, o los candidatos están mintiendo con sus líneas rojas o a la tercera (diciembre de 2015, junio de 2016 y abril de 2019) tampoco será la vencida.

El posible bloqueo del próximo martes obliga a preguntarse por los responsables de que España se mantenga inmersa en un ciclo de inestabilidad política. Los partidos no han sabido o no han querido pactar para cumplir así con el mandato que los ciudadanos les dimos con nuestros votos en las urnas: compartir el poder a través de pactos para emprender las reformas que el país exige. ¿Quién es el culpable de ese inmovilismo? Nadie asume ninguna responsabilidad, por lo que cabría hablar de una banalización del fracaso.

La filósofa Hannah Arendt acuñó la expresión ‘banalidad del mal’, a raíz del juicio que se celebró en 1961 contra el nazi Adolf Eichmann, para demostrar lo terriblemente normal que suele ser entre nosotros el mal. Del mismo modo y salvando todas las distancias, ahora cabría hablar de una banalización del fracaso político.

España viene asumiendo desde hace cuatro con mucha resignación el fiasco de no disponer de gobiernos estables, pero los líderes políticos no deberían seguir banalizando eternamente su ineptitud.

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