Hasta mancharse

La política española parece dominada por el maniqueísmo.
La política española parece dominada por el maniqueísmo.
POL

Decía Gabriel Celaya, en su famoso poema ‘La poesía es un arma cargada de futuro’, que maldecía la poesía del que no tomaba partido hasta mancharse. Me gustaría que en estos tiempos tan convulsos esto fuera más verdad que nunca.

Sí, hay que tomar partido, dejar la indolencia que nos permite este breve, por lo limitado en el tiempo y en el alcance, Estado de bienestar y defender, con palabras, con argumentos y con mucho trabajo, lo que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir en España.

En esta tierra somos buenos conocedores de cómo afrontar el permanente cierzo, viento dominante que nos llega encauzado por el valle desde aguas arriba del Ebro. Pero lo que ahora nos ocurre es que el vendaval se hace sentir desde varios frentes, y ante eso no es tan fácil encontrar el socaire. Si queremos seguir defendiendo nuestro país, parece ser que debemos aficionarnos a los toros, pero si no deseamos para nuestros hijos la escuela nacional-católica de nuestra infancia debemos tornarnos independentistas. Triste dilema y peor elección.

Pero esto es solo lo más inmediato, aunque muy, pero que muy importante. El maniqueísmo socio-político actual, basado en definiciones simples del bien y del mal y propuestas menos meditadas si cabe, está imponiendo su ley. Se pretenden valores casi eternos que, al fin y a la postre, no redundan en ninguna ventaja para el ciudadano. Barreras, fronteras, limitación de derechos, reducción de las obligaciones colectivas es todo lo que oímos. Ideología en blanco y negro que solo trata de identificar enemigos hacia los que apuntar nuestro descontento y culpabilizar de nuestros males. Mensajes sencillos, pero huecos y banales. Ninguna patria dio de comer a sus ciudadanos si estos no habían trabajado duramente y con antelación por su sustento. Ninguna frontera se defiende si no es a costa de muchos muertos de todos los bandos. El ardor guerrero no es buen compañero de viaje para mejorar las condiciones de vida. Los militares saben mejor que nadie que el heroísmo no está basado en lanzar las tropas a pecho descubierto frente a las alambradas. Nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos aceptándolo como si quisiéramos rememorar las sangrientas e inútiles batallas de la Gran Guerra. Y, como entonces, no se trata de ningún videojuego que podamos resetear y volver a empezar. Los muertos son reales.

En España, no sé si es sin darnos cuenta o porque ya hemos olvidado etapas de necesidad y estamos padeciendo esas enfermedades que solo soportamos los países desarrollados donde el pan de mañana está casi asegurado, estamos jugando con fuego al volver a permitir que los dirigentes esgriman argumentos apocalípticos para que les otorguemos nuestro apoyo, que fundamentalmente es el voto porque al día siguiente nos olvidarán. ¡Cuánta sensatez se echa de menos!

Espero profundamente que, como toda tormenta, poco a poco las cosas vuelvan a su cauce y que solo estemos ante un episodio de riada, y no de inundación permanente. La pérdida ya es bastante sin esta última, y, si no, que se lo pregunten a nuestros convecinos de las riberas del Ebro.

Lo peor es que cada vez se extienden más el escepticismo y la incredulidad. Cada vez es más dificultoso encontrar ciudadanos que quieran participar en sus obligaciones cívicas. Todos sabemos que democracia no es solo votar a nuestros representantes en las instituciones políticas. Muchos estamos inmersos en otras organizaciones que también deben ser regidas por dirigentes democráticamente elegidos. Aquí es donde podemos hacer mucho más fuerte nuestro país, porque es en la base y desde la misma donde podemos demostrar que otras maneras son posibles. Actuar como prosélito bajo la estricta ordenanza del líder es una manera de eliminar la crítica. La desafección y el desinterés son lo más deseado por las figuras mesiánicas que se consideran revestidas de la verdad revelada. Solo con sus fieles ya tienen bastante para dominar al resto.

Este mes comenzamos un nuevo ciclo electoral, pero muchos no lo concluiremos en mayo con las elecciones municipales. Para la democracia, no hay fines de semana.

Ana Isabel Elduque es catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Zaragoza

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión