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  • Editorial

En marcha contra la despoblación

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"Ser pocos no resta derechos" fue uno de los principales lemas de la marcha.
Enrique Cidoncha

La ‘España vaciada’ ha entrado en el escenario político con un grito de alarma y rebeldía. Tras la manifestación de ayer, liderada por las gentes de Teruel, las fuerzas políticas están obligadas, más allá de cualquier oportunismo electoralista, a poner la lucha contra la despoblación en el centro de sus programas.

Decenas de miles de personas, convocadas por casi un centenar de plataformas de veinticuatro provincias, reclamaron ayer en Madrid atención y soluciones ante la despoblación que padece gran parte del territorio nacional. Hay que subrayar el papel impulsor que desde Aragón ha tenido la actividad de Teruel Existe en el despertar de esta rebeldía de la España interior. Pero la amplitud de la movilización muestra que estamos ante un problema nacional que no puede postergarse por más tiempo.

El retroceso demográfico de infinidad de comarcas rurales e incluso de muchas capitales de provincia deriva, al menos en parte, del trato injusto que reciben por parte de los poderes públicos. Ese olvido tiene que terminar. Está en juego la igualdad entre los españoles; pero también, la conservación de un medio ambiente que no es sostenible sin hombres y mujeres en los pueblos y la cohesión social del país. La despoblación de unas zonas y la superpoblación de otras provocan perjuicios para todos.

Y hay soluciones si existe la voluntad política de abordarlas. El reequilibrio del territorio y la lucha contra la despoblación deben ser objetivos que, en adelante, informen todas las políticas sectoriales relevantes, con especial atención a dos aspectos fundamentales: la financiación autonómica y las inversiones en infraestructuras. Es imprescindible que la dispersión poblacional y el envejecimiento se tengan en cuenta a la hora de aportar recursos para que las comunidades autónomas puedan prestar los servicios públicos en condiciones de equidad. Y las obras públicas deben dar prioridad a la vertebración de todo el territorio nacional, integrando adecuadamente a la España interior en una moderna red de carreteras, ferrocarriles y telecomunicaciones. Para ello hace falta un pacto de Estado que cuente con amplio respaldo parlamentario y con previsiones presupuestarias; y que, naturalmente, se cumpla. Aragón, que se juega su futuro y su identidad, debe batallar en primera línea para conseguirlo.

Algo ha cambiado ya en la política española y mucho más tiene que cambiar para integrar a la España interior y vaciada. En las fechas en que estamos, la tentación para los partidos de quedarse en el mero oportunismo electoral es grande, pero se equivocarán radicalmente los que así lo hagan. Hay una sociedad civil movilizada que no se dejará engañar fácilmente. Como concluía el manifiesto que se leyó ayer en Madrid, "la España vaciada ya está en marcha y no será callada".

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