Las cosas, por su nombre

Entre la extrema derecha y los falsos antifascistas polarizan la convivencia política.

Hay que caer en la cuenta de que Podemos y Vox no son tan distintos.
Hay que caer en la cuenta de que Podemos y Vox no son tan distintos.

Hace casi un cuarto de siglo que el filósofo y politólogo Norberto Bobbio escribió que la tradicional distinción entre derecha e izquierda había perdido todo sentido, suponiendo -apostillaba- que lo hubiera tenido en el pasado. Puede que los hechos y la razón le asistan en su Italia natal o en la Alemania capaz de grandes coaliciones, pero los españoles hemos sido incapaces de superar esa divisoria. Nuestros políticos siguen imponiendo el modelo de las dos Españas y el distingo -a veces incluso con pretensión moral- entre rojos y azules.

Hasta la hipérbole, si es necesario. Eso tan español de que, si no quieres taza, tendrás taza y media. En vez de derecha, extrema derecha, como claman algunos desde la supuesta antípoda ideológica, sin admitir sus propios fundamentalismos. Escuchar al socialista Ábalos y a todo el PSOE en tromba hablando de la irrupción en España de la "ultraderecha inconstitucional", como en el tardofranquismo, y a Iglesias declarando en Podemos la "alerta antifascista", cuando ninguno reniega de los apoyos bildutarras e independentistas, resulta muy cínico.

El avance de Vox, la derecha de la derecha, no es la mejor noticia. Va a polarizar la política y la convivencia como lo hacen sus antagonistas de la izquierda y los falsos antifascistas que estos días imponen su violencia sectaria en las calles de Vitoria, Cádiz o Gerona. Pero los aliados de esos dos partidos no mejoran el rango democrático de nadie.

Llamar a las cosas por su nombre es fundamental. Y saber que Podemos y Vox no son tan distintos, muy clarificador. Sus respectivos parientes ya gobiernan juntos en la Italia de la deriva antisocial y antieuropea. Tal vez tenía razón Bobbio.