Salir de pobre

La desigualdad social acuchilla en España a las generaciones jóvenes.

España es casi un país de jubilados.
España es casi un país de jubilados.

El día que mi madre salió de su casa, su despensa me duró meses con esa costumbre de la posguerra de acumular aceite, arroz, sal, azúcar, harina; con esa manera de vivir pensando más en sostener su futuro que vivir el momento. Pero mi madre era muy generosa y aplicaba una máxima magistral: «Por esto, no voy a salir de pobre». A mí me gusta la frase porque en definitiva hoy es hoy y mañana a saber si estoy, y cuando has despedido a tu gente tan pronto te vuelves escéptica, relativizas todo, disfrutas de cada momento, de cada abrazo, de cada regalo que te apetece hacer.

Mi despensa no es la de mi madre ni de lejos, y soy de ese ‘ver venir’ tan socorrido, porque estamos como estamos y España es casi un país de jubilados que vive una gran desigualdad que acuchilla dos generaciones. Porque los jóvenes y sus bajos salarios están haciendo un esfuerzo inmenso por sostener a 8,7 millones de pensionistas que cobran 9,6 millones de pensiones, una tarea sostenida por 4,7 millones de chicos de hasta 34 años. Y no se habla de esta factura social porque molesta a unos dirigentes más preocupados en salvar su asiento, mientras se insiste en que en 2030 necesitaremos más empleados con estudios de FP que universitarios. Y, ¿qué hacemos con los que tenemos? ¿Quién es el futuro?

Los expertos dicen que la culpa la tiene la crisis, la reforma laboral de 2012 y la escasa capacidad tecnológica e innovadora de las empresas; y, además, porque los jóvenes han perdido relevancia política frente a los casi 9 millones de pensionistas que son los que abren los telediarios y manejan mayor poder político que ellos, sin querer salir de pobre.