Vuelve la herencia política

Pedro Sánchez en el Congreso.
Pedro Sánchez, en el Congreso.
Fernando Villar/Efe

La herencia política se ha convertido en discurso y recurso de quienes niegan su propio futuro. Rudi pasó cuatro años diciendo que sus recortes nacieron del despilfarro de Iglesias. Lambán lleva otros tantos justificando su bola imparable de impuestos, déficit y deuda en la recuperación de los servicios desmantelados por su antecesora. La popular aguantó solo un mandato. El socialista agota el suyo intentando camuflar su vacuidad tras los telones de la crisis catalana. A falta de mayorías o alternativas reales, calienta estratégicamente los pactos poselectorales a diestra y siniestra, aparentemente más a diestra, aunque el traje de los principios reviente por las costuras.

La herencia es una falsa excusa, un autoengaño socializado, más si se invoca preventivamente. Oír a los ministros de Sánchez que el PP debería explicar la venta de armas a Arabia Saudí, o que dejó un agujero presupuestario millonario, ofende a la inteligencia, incluida la de esas bombas que ahora bendicen. En primer lugar, porque el PSOE se postuló mediante una censura justamente para cambiar las cosas. En segundo, porque es reo de quienes le apoyaron y hoy le incapacitan para sacar adelante unos presupuestos que vende como sociales cuando no pueden serlo.

La CEOE, el Banco de España, la Comisión Europea, la OCDE, el FMI y el sursuncorda dicen que la economía está pinchando. Revisión tras revisión, ya hay quien descuenta una nueva rebaja de la previsión de crecimiento para antes de fin de año. Con suerte, 2018 cerrará en torno al 2,5 y el próximo año amenaza con un 2 raspadito. Ese suelo frágil y temido en el que no se crea ni empleo basura. Pero este gobierno parece no enterarse, mira para cualquier otra parte con tal de mantenerse y, lo que es peor, empieza a invocar la herencia que casi siempre preludia fracaso.

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