Obcecación y desconcierto

El aniversario de la declaración de independencia ha mostrado la obcecación de los separatistas catalanes, pero también su desconcierto.

Torra en el acto de formación de la Crida.
Torra en el acto de formación de la Crida.
Susanna Sáez / Efe

El aniversario del intento de secesión, rápidamente frustrado por la aplicación del artículo 155, ha servido, la semana pasada, para que los dirigentes independentistas catalanes reiteraran sus bravatas y sus desafíos al Estado de derecho. Pero también ha puesto de manifiesto la creciente confusión y el desconcierto en que se hayan sumidos. Así las cosas, las fuerzas constitucionales deben hacer patente su solidaridad en lo fundamental: la defensa de la Constitución.

Tal vez el presidente de la Generalitat hubiera preferido dejar pasar sin más el aniversario de una declaración unilateral que, sobre ser ilegal e ilegítima, tuvo además tintes vergonzantes, pues los propios diputados separatistas prefirieron refugiarse en el voto secreto en lugar de dar la cara; y, además, fue seguida de la fuga del principal dirigente del insensato proceso, que no tuvo el coraje de hacer frente a las consecuencias de sus actos. Pero las presiones de los más radicales llevaron a Torra a realizar, el sábado, una patética intervención que de ninguna manera merece el nombre de institucional, pues su contenido era precisamente un desafío a las instituciones y al Estado democrático de derecho. Paralelamente, sin embargo, tuvo lugar la formación de un nuevo partido, la Crida, impulsado por Torra y Puigdemont, que no despierta el mínimo entusiasmo ni en ERC ni el PDECat, sino que añade nueva confusión al frente separatista, desconcertado ya por la falta de un claro liderazgo y la ausencia de una estrategia realista. La suerte de los dirigentes procesados parece actualmente el único nexo de unión entre los grupos políticos que impulsaron el ‘procés’, lo que no quiere decir que los poderes del Estado puedan ni deban adoptar una posición ‘blanda’, que sería rápidamente interpretada como un signo de debilidad. Los partidos constitucionalistas, sin negar sus inevitables diferencias, deben en estos momentos mantener y demostrar su unidad en la defensa del orden constitucional.