Estado de ánimo

Cada día tenemos ejemplos de hasta qué punto no se pueden encontrar salidas políticas a problemas reales cuando los propios líderes políticos se enfrascan en el pensamiento tipo test.

El populismo avanza porque ha conseguido que desaparezca el método crítico basado en la razón.
El populismo avanza porque ha conseguido que desaparezca el método crítico basado en la razón.

El estado de opinión es hoy un estado de ánimo en la opinión. La formación de la opinión pública en los Estados liberales se basaba en un análisis ciudadano crítico conformado principalmente por la información obtenida de los medios de comunicación. Ese tipo de opinión ha muerto y con él eso que llamábamos ‘estado de opinión’ y que era capaz de transformar las cosas importantes: desde avanzar hacia una sociedad más justa hasta quitar gobiernos. La fuerza de los estados de opinión estaba precisamente en su posibilidad de mutación y cambio. En su permeabilidad y acomodo a nuevas realidades. Una flexibilidad que, sin embargo, necesitaba de mucho tiempo. Esa era otra de sus fortalezas: la opinión pública no cambiaba de la noche a la mañana por cualquier hecho estúpido que diera lugar a cualquier escándalo estúpido. Su transformación era lenta.

Después de la gran depresión de 2008, las élites se refugiaron en la revolución tecnológica. Las élites económicas hicieron dejación de su compromiso con la sociedad y las élites periodísticas, la de los grandes medios, se refugiaron hasta mimetizarse en las redes sociales buscando, en muchos casos, su supervivencia. El populismo avanza porque ha conseguido que desaparezca el método crítico basado en la razón. Los generadores de opinión se han atrincherado en medios de comunicación menos críticos y las trincheras generan sentimientos, no razones. Sin un nuevo compromiso de las élites con la sociedad, en el que entre otras muchas cosas es fundamental la vuelta del periodismo como periodismo, será difícil revertir ese ‘campo de batalla’ tan favorable al discurso populista.

Cada día tenemos ejemplos de hasta qué punto no se pueden encontrar salidas políticas a problemas reales cuando los propios líderes políticos se enfrascan en el pensamiento tipo test. Las aturulladas preguntas de la diputada Dolors Montserrat el miércoles en el Congreso, introduciendo diez temas inconexos en doce subordinadas con la obsesión de que quepa todo en ciento cuarenta caracteres, es un ejemplo. La negociación para los próximos Presupuestos Generales del Estado también es un buen ejemplo de cómo la perversión en los debates impide la sana crítica. El debate semanal se ha centrado en si Pablo Casado es un antipatriota por decir en Bruselas lo ya dicho en Madrid: que son unos presupuestos que lastrarán la economía española. Que desde la posición de Gobierno se pueda tildar a alguien de antipatriota es una acusación durísima. Más si tenemos en cuenta donde puede tener el listón del patriotismo un Gobierno que negocia sus presupuestos en la prisión de Lledoners con el presunto cabecilla de un golpe para acabar con el Estado. Está pasando.

El debate debería estar en por qué un político de izquierdas siempre te explica lo bondadoso de una subida masiva de impuestos con la aclaración de que se los suben a todos menos a ti. En si es o no oportuno subir impuestos cuando se empiezan a notar en las empresas los efectos de una próxima desaceleración. En si las cuentas vulneran o no la Ley de Estabilidad. En si los nuevos impuestos al diésel dañan o no a las clases trabajadoras y a las clases medias. En si la subida del SMI puede destruir empleos en sectores como la hostelería o eso es una afirmación exagerada. O en si es compatible decir que las subidas de impuestos son sólo para los ricos cuando en el documento de Impacto de las Medidas de Ingresos el propio Gobierno espera recaudar más del doble por la subida del diésel que por el aumento del IRPF y Patrimonio a las rentas más altas. En definitiva, si son unos presupuestos oportunos en este momento de la economía española. Pero no. El test que nos proponen esta semana es si Casado es antipatriota o no. Marquen ‘sí’, ‘no’ o ‘ninguna de las anteriores’. Marquen la que marquen no valdrá para nada.