Por
  • Inocencio F. Arias

Guardia civil a la brasa

La carta de un restaurante de Balaguer ofrece 'Manos de jueces y fiscales del Constitucional'.
La carta de un restaurante de Balaguer ofrece 'Manos de jueces y fiscales del Constitucional'.
Santi Iglesias / Efe

El propietario de ese restaurante de Balaguer (Lérida) de chocante y no muy cívico menú es un tipo ocurrente, original. Él no pone títulos cursis en los platos de la carta de su establecimiento. Es más creativo. Parece que el plato que quiere que arrase en su clientela se llama ‘Guardia civil andaluz a la brasa de carbón con pan torrado y ensalada de payés’. ¡Qué finura, qué delicadeza! También tiene otro no menos fino e ingenioso: ‘Manos de jueces y fiscales del Constitucional hechas a baja temperatura’.

Nuestro hombre se ha estrujado el cerebro y nos ha dado una muestra sofisticada de la ‘revolución de las sonrisas’ que entonan los separatistas catalanes cuando quieren convencer a los periodistas extranjeros de que sus acciones son pacíficas, amables, festivas. No como las reacciones de los bestias españoles y andaluces, a pesar de que estos sigan pensando que la mayor parte de los catalanes son gente sensata y sigamos, los andaluces, extremeños, gallegos, murcianos, etc., comprando entusiásticamente productos de gente que nos mira, es un eufemismo, por encima del hombro.

El restaurador, Antoni Punyet, hace una doble pirueta. Estigmatiza a los guardias civiles, un pasatiempo ahora en boga entre los separatistas catalanes, y echa caca a los andaluces, algo que tiene tradición entre plumas y voces señeras catalanas. Antes de ser honorable, nada menos que Jordi Pujol había escrito que «el andaluz es generalmente un hombre que vive en un estado de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual» (ahí queda eso, aunque años más tarde el patriarca de los Pujol rebobinara). La exconsejera catalana Dolors Bassa ha manifestado que «los niños que esnifan vienen de Andalucía» y el señor Joan Puigcercós, de ERC, ha dicho con fuerza que «en Andalucía no paga impuestos ni Dios». Algunos andaluces pagamos unos pocos más que el mismísimo Pujol, que sus ingeniosos hijos y que toda la tribu del tres por ciento, pero eso son fruslerías ante las que no se detiene un buen separatista envuelto en su victimismo.

La inquina contra la Guardia Civil surge no solo porque representa al Estado y es garante, si le dejan, de que nadie se desmande ni robando ni dando un golpe de Estado, sino porque además los guardias civiles han sido hábilmente demonizados con motivo del abortado golpe de hace diez meses. Los novecientos heridos que habría causado la Benemérita no han aparecido por ninguna parte -¿fueron dos, tres?-; pero alguien, además, tendría que explicarnos cómo se disuelve una manifestación no autorizada o el cerco de un colegio ante unas elecciones declaradas ilegales. ¿Qué hace la Policía si los manifestantes, entre los que hay niños y personas mayores, no se retiran? ¿Sonreír y repartir flores y caramelos? Esto no lo explicamos bien los constitucionalistas en los días siguientes al referéndum chapuza.

Lo preocupante de este asunto no es que el inefable restaurador destile odio y racismo. Es lamentable, pero en esto le da lecciones su ‘president’ Torra. Lo alarmante es que, si se ha devanado los sesos para encontrar unas denominaciones tan bochornosas sobre los habitantes de la tierra de Velázquez, Picasso y algún premio Nobel, es porque cree que su clientela aumentará con esas humillantes y casi delictivas gracietas. No es que tema que le vaya a caer un boicot, todo lo contrario, calcula que le irá más gente; en la tierra del ‘seny’, del sentido común. Esto es lo preocupante.

Es más que probable que nuestras autoridades puedan hacer poco ante una conducta que incita bestialmente al odio. Pero será interesante ver, si le ponen un micrófono a la vicepresidenta Carmen Calvo, que es andaluza, si minimiza, marca de la casa, la gravedad del asunto. Y si hacen lo propio con su y nuestro jefe, el bueno del presidente del Gobierno, este se escapará haciendo ‘una Morenés’ con su ínclita frase: «No quiero ninguna confrontación con Cataluña». ¡Arsa y olé!