Por
  • César Pérez Gracia

Ciudadano Savater

Fernando Savater, durante una visita a Zaragoza.
Fernando Savater, durante una visita a Zaragoza.
José Miguel Marco

Fernando Savater es un terrible aficionado a las carreras de caballos. Lleva casi medio siglo siendo cronista del Derby de Epsom, la Meca del purasangre. Pero acude con igual entusiasmo infantil a Lasarte o la Zarzuela, Longchamp o San Siro. Adorando a los caballos, hay un tipo de caballo que le daba urticaria, el caballo con arcos, en su colegio donostiarra. La gimnasia, el deporte nunca han sido lo suyo. Pero lo ha compensado con creces con una mente prodigiosa, pocos podrán igualarle en la gimnasia intelectual.

Ahora que tantos narcisos alardean de tableta de chocolate, de abdominales abominables, la musculatura dialéctica de Savater no tiene parangón en el gremio del pensamiento español. Tiene una extraña vinculación con nuestra ciudad. Fue en Madrid al Colegio del Pilar y vive a dos pasos de la donostiarra plaza de Zaragoza, detrás del Hotel de Londres, donde se alojaba Hemingway. Su casa perteneció al torero Antonio Bienvenida, quizá su arrojo o su vergüenza torera como ciudadano ejemplar le vengan de habitar esa casa, en la que convivió durante tres decenios con Sara Torres, cuyo valor cívico no era un ápice menor que el del propio Fernando. ¡Ah!, volviendo a nuestra ‘city’, en cierta ocasión me hizo sonreír con una cita del mexicano Alfonso Reyes, que vivió en su misma calle madrileña. Le preguntaban a Reyes si era poeta o ensayista, traductor o diplomático, y contestó por peteneras: «En siendo de Zaragoza, que me llamen como quieran...».

Acaba de recibir el premio Covite en su propia ciudad, un premio concedido por las víctimas del terrorismo. También se ha editado un vídeo homenaje en el que varias figuras de nuestras letras, Vargas Llosa, Marías, Azúa, Carmen Iglesias, muestran su reconocimiento público hacia su coraje civil. Es autor de medio centenar de libros y de miles de artículos, publicados durante medio siglo. Pero todo ello no hace sombra a lo esencial. Es un héroe de nuestro tiempo, pero nunca ha ido de figurón, es el tipo más llano y divertido del mundo. Nunca le pasará lo que a Macron, nunca marcará distancias, no porque no las merezca, sino porque su magisterio no teme el cuerpo a cuerpo, la verdadera academia es la plaza pública, allí se fajan Bienvenida y el toro, el afecto sincero del lector savateriano y la sombra siniestra del asesino.