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El café y la peineta

El café y la peineta
El café y la peineta

- Un café solo con hielo, por favor.

- ¿Quiere que le ponga la leche calentita?

- No. He pedido un café solo con hielo, por favor.

Notó en su propia voz el tono seco, irritado. ¿No hablaba claro? ¿Pronunciaba mal? ¿Era más fácil que se entendieran Trump y Putin que ella con una camarera? ¿O tal vez se trataba de un problema de atención? Siguió pensativa removiendo el azúcar en la taza de café. Barajó la posibilidad de que la trabajadora estuviera bromeando, pero lo descartó porque no hizo el comentario en tono de humor. Tampoco tenía mayor importancia lo sucedido. Pero aquella mañana cruzada cualquier excusa era buena para evadirse de los verdaderos problemas a los que tendían a arrojarse sus pensamientos.

Siguió absorta en el vaso cuando una acalorada conversación le sacó de su ensimismamiento. «Ni siquiera lo vi llegar por el espejo retrovisor. Noté cómo vibraba el coche cuando me adelantó como una exhalación», decía el hombre, de unos 40 años. «Eso no justifica lo que hiciste después», le recriminaba la mujer. «¿Cómo iba a dejar que se fuera de rositas? Podía haber causado un accidente». «Tú también pudiste provocarlo al pisar así el acelerador. Has estado a punto de acabar en la UCI».

El diálogo le permitió hacer una reconstrucción de los hechos: después del adelantamiento a toda velocidad, el segundo conductor había ido a la caza y captura del fitipaldi utilizando sus mismos métodos. Hasta que se encontraron en el semáforo y llegaron a las manos. Un ojo amoratado y un brazo vendado era el parte de guerra que exhibía el varón que ahora recuperaba fuerzas en la cafetería. Su acción lo situaba en el grupo de los casi tres millones de conductores en España, el 10% de quienes tienen permiso, que se comportan de forma agresiva, según una noticia que acababa de leer. Y el cuento puede acabar en pelea o en accidente, en ocasiones mortal. Adelantamientos bruscos, acoso al conductor de delante, maniobras para intimidar, insultos y gestos ofensivos, con peineta incluida, son actitudes irascibles muy frecuentes al volante.

Apuró el vaso, sonrió amablemente a la camarera y le dejó una generosa propina. Y recordó uno de sus lemas de cabecera: "La vida no es lo que te pasa, sino cómo te lo tomas".

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