Un mes y medio después de ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy, el presidente Sánchez desgranó ayer en el Congreso un programa de gobierno que llevaría cuatro años y que necesitaría de una mayoría parlamentaria. Pero el hecho es que Sánchez preside un Ejecutivo en minoría, un gobierno que acaba de perder una votación cargada de simbolismo, la que hubiera llevado a la presidencia de la televisión pública al enésimo candidato.

Quizás hubiera resultado todo más creíble si Sánchez hubiera reconocido que tiene poco tiempo y pocos parlamentarios, y que, aun así, va a intentar sacar adelante cosas concretas, ya sean simbólicas -como el traslado de los restos de Franco- o tan claramente tangibles como la política impositiva.

Quizás por el temor a perder la aureola que da el poder, el presidente dosifica sus apariciones y ha tardado mes y medio en exponer su programa ante la Cámara. Los sondeos certifican que el ‘efecto Moncloa’ ha surtido su efecto, y ha aupado a los socialistas al primer puesto en intención de voto. Pero no deberían olvidar que la realidad, los números y los problemas están siempre al acecho.