Las manos

Decimos manos de pianista y pensamos en dedos estilizados, infinitos como los de un personaje del Greco. Si decimos manos de labrador, imaginamos una superficie ancha, rugosa y quemada por el sol. Y si se trata de un obrero, recuperamos el poema de Hernández: "La mano es la herramienta del alma, / su mensaje, /y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente". Las manos, continúa, "conducen herrerías, azadas y telares, / muerden metales, montes, raptan hachas, encinas, / y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares / fábricas, pueblos, minas".

Las hábiles manos de cirujanos son como las de un orfebre o un artista. Y quienes son perseguidos por sus ideas tienen en las manos cortadas del orador y escritor Cicerón, expuestas en el Senado para escarmiento público, un ensangrentado emblema. Hablamos de manos blancas, de manos manchadas, de manos unidas, de apretones históricos, como el que se dieron Obama y Raúl Castro en el funeral de Nelson Mandela; de manos que dibujan una catedral, como la de la escultura de Rodin.

Pero nunca habíamos hablado de manos de político. Hasta que llegó el tuit de la Moncloa y aseguró que las manos del presidente transmiten "la determinación del Gobierno". Los expertos en comunicación política están divididos entre quienes creen que la cursilería es un pecado en el que nunca se debe incurrir y los que aplauden la estrategia. Lo único claro es que los asesores de imagen se lo están trabajando a tope, aunque sea una incógnita si se les está yendo la mano.