Por
  • Francisco José Serón Arbeloa

Ónfalos

Quien se cree especial invariablemente se pasa de listo.
Quien se cree especial invariablemente se pasa de listo.

Ónfalos es una palabra griega (‘omphalós’) que significa ombligo. El historiador y geógrafo griego Pausanias escribió sobre el ónfalos y decía de él que era el símbolo, materializado mediante una piedra cónica, del centro cósmico donde se producía la comunicación entre el mundo de los hombres, el mundo de los muertos y el de los dioses. Al colocar esa piedra en el santuario de Delfos, este se convirtió en el ombligo o centro religioso de toda Grecia. Al parecer, desde entonces se han ido construyendo social y culturalmente distintos significados sobre el ombligo, asociándolo en la actualidad con el concepto de algo central y primordial, como lo demuestran las frases: "El ombligo del mundo" o "mirarse su propio ombligo". Generalmente, cuando utilizamos estas expresiones asociadas a una persona es porque se la considera egoísta, insolidaria y poco empática con los demás. Quien se cree especial y actúa en consecuencia se convence de que los demás son tontos… e, invariablemente, se pasa de listo. Además, ojo con quien se cree igual a ti, pero superior a aquel, porque el día menos pensado te convertirá en aquel y te tratará mal. Y cuidado, ya que como todos estamos expuestos a esta enfermedad, esa persona de la que he empezado a hablar puedo ser yo el día menos pensado. Todo ello forma parte de la naturaleza humana, es algo que siempre está ahí, latente y que se manifiesta de muchas formas y con diferentes intensidades.

Ahora bien, desde el principio de los tiempos todos tenemos la experiencia de que hay tres estrategias que son necesarias para la buena convivencia, la primera es tratar a los demás con el respeto con que nos gustaría que nos traten, la segunda es que juntos logramos muchas cosas que no alcanzamos a hacer por separado y la tercera es que la comunicación con todos los demás es imprescindible para llegar a un entendimiento sobre lo que es necesario.

Con todo lo que he expresado hasta ahora, avancemos hacia el sitio al que les quiero conducir. La llegada de un nuevo gobierno supone una oportunidad para mejorar nuestro estilo de vida. Todas las expectativas no alcanzadas hasta el momento, o que son manifiestamente mejorables, se depositan en el recién nacido que ha venido a ofrecer un cambio radical en nuestras azarosas vidas. Sin embargo, sin perder esa esperanza debemos ser conscientes de que la democracia en una nación es de por sí difícil y siempre ha sido ruidosa, sucia, polémica y complicada. Posiblemente todos los partidos que se sitúan al frente de una nación se han sentido inicialmente en posesión de la verdad y se han presentado envueltos en la bandera de la virtud, la pureza y la salvación, sabiendo de antemano que al echarse al ruedo les van a zurrar de lo lindo y que la política nunca ha sido para blandos ni para pusilánimes.

El problema les surge cuando caen en dogmas intolerantes y narcisistas que les hacen sentirse diferentes a los demás, se les funde el fusible del espíritu crítico, empiezan a tratar a sus iguales con falta de respeto, olvidan que la unión, respetando las diferencias, hace la fuerza y que la comunicación es imprescindible para llegar al entendimiento. Por lo que irremediablemente acaban poniendo de manifiesto el miedo a la pérdida del poder y presentan el escudo de la ideología a la hora de intentar justificar los intereses partidistas y la avidez por el poder de sus líderes.

A ellos se les podría recordar el refrán que aparece en ‘La Celestina’: "La experiencia y escarmiento hace los hombres arteros", y a nosotros lo que se pone de manifiesto en ‘La escopeta nacional’, dirigida por Berlanga en 1977 con guión de Rafael Azcona y Luis García Berlanga: "Y ni fueron felices ni comieron perdices, porque allí donde haya ministros un final feliz es imposible".

Por cierto, ya saben que después de nacer el ombligo no sirve para nada. Y, como curiosidad final, si ven alguna foto sin trucar de la modelo checa de biquinis, Karolina Kurkova, podrán ver a una persona que no tiene ombligo.

Francisco José Serón Arbeloa es catedrático de la Universidad de Zaragoza