Por
  • José Javier Rueda

El partido alfa llega por fin a la nueva política

Santamaría y Cospedal, diferencias por más de una década
Santamaría y Cospedal, diferencias por más de una década

Hubo un tiempo en el que la realidad imitaba al arte. Ahora imita a la tele. Y Rajoy lo sabe. Ya acudió hace dos años a la casa de Bertín Osborne para ganar las elecciones. Entendió que hoy prima lo visual sobre lo textual. La ciudadanía solo conecta con lo que le entretiene. Las generaciones del mando a distancia de la televisión, del ordenador o del móvil exigen que los publicistas y los políticos capten su atención. En caso contrario, cambian de canal, de página web o de partido. La gente quiere escuchar historias que le distraigan y emocionen.

El gallego ha comprendido que su época ya ha pasado. Él, que es más teatral que televisivo, ha hecho mutis por el foro. Se ha ido a vivir a Alicante para interpretar el decimonónico papel de registrador y ha dejado en Madrid al PP exhibiéndose ante las cámaras. Se está sometiendo contra su voluntad a un doloroso proceso de recauchutado (el PP, se sobreentiende). El ‘partido alfa’ de la política española se ha acartonado de repente y necesita un ‘lifting’ urgente. Es cierto que hace tiempo que había perdido frescura, pero ahora aparece macilento. Ha sido algo inesperado, casi tanto como el envejecimiento precoz de Ciudadanos.

Los viejos guionistas ‘peperos’ pensaban resucitar al partido con un relevo pactado, pero se ha rechazado por la escasa tensión argumentativa. ¿Qué emoción traslada el hecho de sustituir a un señor gallego por otro casi clónico? No se trata de suavizar los rasgos faciales, hace falta un estiramiento de piel mucho más radical. Y en esas estamos, con el PP en el quirófano a la vista de todos, en plan ‘reality-show’.

Como si de una temporada especial de ‘Supervivientes’ se tratara, han surgido siete candidatos. Ya andan paseándose de redacción en redacción, de plató en plató, para ‘venderse’. Y se les sigue con el mismo espíritu con el que se ve en la tele el folletín de sobremesa.

Triunfan los nuevos guionistas, al estilo del consultor Iván Redondo, el asesor clave de Pedro Sánchez en la Moncloa, que antes aconsejó a varios políticos del PP. Y, voluntaria o involuntariamente, están logrando introducir en el relevo de Rajoy las pasiones clásicas de la telenovela distribuidas entre un abanico de personajes. Si hasta ahora se acusaba al PP de no tener relato, hoy tiene al menos siete, aunque sean de urgencia: desde el de experimentada gestora con vocación de gobierno (Soraya Sáenz de Santamaría) al de guardiana de las esencias ‘neocon’ con vocación de mando (María Dolores de Cospedal), pasando por el del relevo generacional con raíces aznaristas (Pablo Casado).

En los últimos años se ha demostrado que la nueva política española gira en torno a la televisión (para los mayores) y las redes sociales (para los jóvenes). Pedro Sánchez, Albert Rivera o Pablo Iglesias son claramente lo que los anglosajones han denominado ‘pop politics’. Buscan la máxima audiencia adoptando los códigos y los lenguajes propios del mundo del espectáculo y el marketing.

El PP se halla inmerso, pues, en un culebrón. Los protagonistas están pasando a convertirse en estrellas mediáticas que construyen sus liderazgos a base de relatos de su vida. Lo que tienen que evitar es armar el alboroto mediático característico de los programas de debate donde el sueldo de los tertulianos depende de su capacidad para la bronca. Que García Margallo denomine ‘Pitufina’ a Santamaría solo le hace gracia a la casta y la caspa del PP.

En este contexto, ¿qué líder necesita ahora el partido que ha ganado las tres últimas elecciones generales? Los militantes y compromisarios decidirán. No obstante, parece bastante claro que si el PP quiere evitar ser arrollado por Ciudadanos tiene que dar en la diana. El contrincante del elegido no será tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera. La nueva estrella del PP tiene que estar dispuesta a la hiperexposición mediática, tener un relato que conecte con las emociones de los electores y desbordar capacidad para convertir a los simpatizantes en activistas. Estas son las claves de la ‘política pop’.

Rajoy y su puro eran los últimos representantes de la vieja política. El partido del centroderecha español ha llegado por fin, aunque a trompicones, a la nueva política.