Por
  • Alejandro E. Orús

El adiós de Mariano Rajoy

El adiós de Mariano Rajoy
El adiós de Mariano Rajoy
Carlos Rivaherrera

Comprender a Rajoy es entender la distancia entre la obligación y la vocación, distancia salvada casi siempre –excepto en episodios como el del restaurante Arahy– por la responsabilidad. A pesar de sus 37 años dedicados a la política, con demasiada frecuencia parecía que Rajoy habría estado más a gusto en otra parte, haciendo otras cosas. Eso ha acabado caracterizando un estilo inédito, aunque no indiferente a la ambición, que en definitiva es el motor principal de cualquier carrera política. Lo que pasa es que Rajoy la asumió con cierta resignación galaica que hay quien ha preferido identificar con la soberbia. Tampoco se ha desvelado finalmente si el tan celebrado uso de los tiempos ha sido fruto de una maestría plenamente consciente o del vicio de la impasibilidad, que a veces quiso teñir de sentido común. Su prudencia no llegó a camuflar del todo la falta de sabiduría que, según Montaigne, permite distinguir al virtuoso del malvado, que se mantienen así mezclados e incógnitos. Eso explica su caída. O no.