De la sartén al fuego

Mariano Rajoy ha perdido la presidencia.
De la sartén al fuego
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España acaba de librarse de un presidente manchado por el estigma de la corrupción, aunque fuera solo por proximidad y falta de diligencia. Así que los españoles deberíamos sentirnos al menos aliviados. Y, sin embargo, millones de ciudadanos tienen hoy la angustiosa sensación de que hemos saltado –o nos han hecho saltar– de la sartén al fuego. De que si estábamos mal, ahora vamos a peor. El transcurrir político de nuestro país lleva atascado dos años y medio a causa de una fragmentación parlamentaria que dificulta enormemente cualquier acción eficaz de gobierno. Si en octubre de 2016 Rajoy formó el ejecutivo con el núcleo de apoyo parlamentario más reducido de la etapa constitucional (137 diputados), ahora Sánchez todavía bate el récord (84 diputados). Y, encima, queda a merced de los populistas de Podemos –los peores adversarios del PSOE– y de los grupúsculos secesionistas, a los que el futuro de España nada les importa, como no sea para sembrar un caos que facilite sus objetivos. Bonita papeleta. Para Sánchez, para el PSOE y para todos los españoles. Un gobierno débil termina. Lo que comienza puede convertirse en un fuerte desgobierno.