Teresa Soler: "El de la corrupción no es un debate político sino cultural"

Soler es subdirectora del documental ‘Corrupción: el organismo nocivo’ (2015), proyectado esta semana en Zaragoza. Este viernes, a las 11.30 en el IES Goya.

Soler, guionista de 'Corrupción: el organismo nocivo'.
Soler, guionista de 'Corrupción: el organismo nocivo'.
Guillermo Mestre

¿Es la corrupción un mal endémico en España?

Sí. Con el título del documental ‘Corrupción: el organismo nocivo’ hacemos referencia a esa pequeña célula insertada en el ADN de la sociedad. Es una forma de ser, estar, vivir y gobernar.

Su documental se centra en las personas que denuncian los casos de corrupción. ¿Premiamos lo suficiente ese acto valiente?

No, no hacemos nada. Hace más de diez años España se comprometió, en el marco europeo, a aprobar unas leyes de defensa de los denunciantes de corrupción; aún no hay ninguna.

¿Es cuestión de inercia política o hay una voluntad, en su opinión?

Cuando se pide a nivel europeo, pasan diez años y todo sigue igual es que hay una voluntad expresa para actuar así. Es verdad que la presión ciudadana ha hecho que a fecha de hoy ya esté en la mesa de diferentes despachos ese borrador de ley; al menos ya está en una mesa. Cuando empezamos a hacer el documental nadie hablaba de los denunciantes de corrupción, ni de una ley de defensa de esta figura.

No hablamos de cualquier cosa: la mayor parte de los grandes casos de corrupción de la actualidad surgen o se nutren de denuncias de particulares.

Es muy importante que no sean héroes, sino personas que en el libre ejercicio de su trabajo, cuando detectan una práctica ilegal, o corruptelas, dan un paso adelante, la señalan y no sufren las consecuencias que sufren muchos.

La corrupción a nivel local es una de las más complicadas de detectar. Ahí hay unos actores especialmente presionados: los interventores. ¿Hace lo suficiente el sistema para protegerlos?

Los medios tienden a hablar más de los bárcenas y urdangarines, pero la corrupción que ocurre a nivel local es mucha y está muy extendida. Los interventores, que se dedican a defender el buen uso del dinero municipal, son quienes pueden parar esa corrupción en su inicio, en su nacimiento.

Y sin embargo tienen que rendir cuentas al alcalde.

Es una cosa un poco increíble, hasta obscena. No puede ser que un interventor, que tiene que fiscalizar al alcalde, deba también rendir cuentas ante él. Hay que saber que gran parte del sueldo de un interventor lo decide el propio alcalde. Nosotros con el documental intentamos presentar un material pedagógico de entrada porque de lo que no se habla no existe. Es importante que la gente sea consciente de que el dinero que entra en el circuito de la corrupción sale de nuestras arcas.

¿De dónde surge, desde su punto de vista, la corrupción?

En el documental desarrollamos una base de trabajo fundamental para nosotros: que el de la corrupción no es esencialmente un debate político o jurídico, sino cultural, ético y pedagógico. Tenemos que erradicarla desde su origen, desde la educación en valores, con pensamiento crítico.

¿Más cultural que institucional?

Hay países nórdicos con niveles de corrupción muy bajos y sin embargo tienen leyes más laxas. España es de los países que paradójicamente más legislación tiene al respecto. No hay una relación directa entre legislación punitiva y una menor corrupción. Las medidas deben ser no tanto coercitivas sino preventivas.

¿En qué medida la corrupción influye en el votante?

No tiene consecuencias, y a la vista está. Volvemos a lo mismo: la pedagogía, el pensamiento crítico. No somos conscientes de que el dinero que se va en la corrupción se detrae de nuestros servicios públicos, de la sanidad, la educación o las carreteras.

La idea perversa de que "sí, mi alcalde me roba, pero al menos construye un polideportivo".

En una proyección me llegaron a decir: "Sabemos que el alcalde es corrupto, pero más vale él que alguien desconocido". ¿Cómo es posible? Es fundamental romper con la conformidad, con ese espíritu de que la corrupción forma parte del sistema. No, no es así. Hay que plantarle cara.

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