Espías y zapatófonos

El final de la huida más delirante protagonizada por un político para sortear la cárcel está siendo de tebeo. Y deja en evidencia que hasta los últimos avances a prueba de espionaje pueden parecer de chiste si caen en determinadas manos. Ni Mortadelo y Filemón, a quienes recordó esta semana Pablo Iglesias al ver el despliegue policial montado ante el ‘Parlament’ por si Carles Puigdemont viajaba en algún maletero, las preparaban tan gordas.

El ‘expresident’ utiliza el último grito en mensajería instantánea para evitar que sus archivos sean descifrados de camino a su receptor. Se llama Signal, una aplicación que presume de ser mucho más opaca a las miradas exteriores que Whatsapp o Telegram. El mensaje viaja encriptado de tal manera que hasta Eduard Snowden recomienda este método para sortear a los espías profesionales. De esta forma, las conversaciones ‘online’ viajan seguras por el ciberespacio… Hasta que llegan a manos de sus destinatarios. Entonces no hay cifrado punto a punto ni encriptado que valga si un receptor insensato no tapa la pantalla para evitar que miradas ajenas se posen en ella y lean lo escrito. Y es lo que precisamente hizo Toni Comín, quien consultó los envíos de Puigdemont en un acto público en Lovaina delante de decenas de cámaras de televisión y teléfonos móviles.

No queda muy claro si fue un robado consentido, como los desnudos de las folclóricas en los buenos tiempos de ‘Interviú’, o la simple desidia del ‘exconseller’ unida al buen trabajo periodístico. Pero a Comín solo le faltó sacar el zapatófono emulando al Superagente 86.

Tanta inteligencia artificial, tanta realidad aumentada, tanta criptografía para que, en un descuido (o no), se ponga en evidencia la hipocresía de Puigdemont con toda su desnudez. Sus lacónicos mensajes, reconocidos por el propio emisor después de que el abogado de Comín dijera que se trataba de otro ‘Carles’ (por si no habían hecho bastante el ridículo), lo dicen todo: "Moncloa ha triunfado"; "esto se ha terminado"; "los nuestros nos han sacrificado". Y, emulando el título de una canción de María Jiménez, puso el broche de oro a esta tragicomedia surrealista que está ofreciendo el desafío independentista con una afirmación tajante sobre el ‘procés’: "Se acabó".